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jueves, 7 de mayo de 2015

Milagros atribuidos al Camino de Santiago



El milagro de la gallina y el gallo.

En el siglo X peregrina a Compostela un joven con sus padres. Se hospedan en una posada y, a la mañana siguiente, el joven es acusado de robo por una sirvienta despechada. Es juzgado y condenado a la horca. Sus padres, apenados, continúan la peregrinación.
A la vuelta, se paran delante de los restos de su hijo, que aún cuelga, y éste les sonrío. Ellos, entonces, corren a informar  al Corregidor, que está sentado en  la mesa  a punto de comer. Este, les contesta que su hijo está tan muerto como el gallo y la gallina que se prepara a comer. En ese momento, gallo y gallina saltan de las bandejas y revolotean sobre la mesa del Corregidor para dar fe al testimonio de los padres.




El milagro de la Transustanciación en El Cebreiro 

En cuanto al Cebreiro, cuenta la tradición que un tormentoso día acudió a escuchar misa un vecino de la aldea de Barxamaior. El monje que celebraba, mientras consagraba el pan y el vino, pensaba en la candidez del pobre hombre y en que no merecía la pena venir en semejante día para asistir, aterido de frío y calado hasta los huesos, a un milagro que todos los días tenía lugar, en el que todos creían pero que nadie había visto.
En estos pensamientos estaba perdido el poco piadoso fraile cuando contempló cómo el pan se había convertido en un pedazo de carne y el cáliz rebosaba de sangre.


 La leyenda del abad Virila.

San Virila fue un monje nacido en las inmediaciones del monasterio de Leire, del que llegó a ser abad.
Un día de primaveral se interna en el bosque cercano leyendo un libro y cavilando sobre la eternidad. En la espesura del bosque aparece un ruiseñor, cuyos trinos lo deja prendado del canto del pájaro hasta que se adormece.
Cuando se despierta le cuesta encontrar el camino de vuelta hasta que al fin ve el monasterio al fondo. Al llegar a la portería, nadie le reconoce. Buscando en el archivo del cenobio encuentran un abad Virila “… perdido en el bosque …”, pero hacía trescientos años. Es entonces cuando en el monasterio son conscientes del milagro acaecido y en pleno Te Deum se abre la bóveda de la iglesia y se oye la voz de Dios “… Virila, tu has estado trescientos años oyendo el canto de un ruiseñor y te ha parecido un instante. Los goces de la eternidad son mucho más perfectos …”.




Traslacion del Apostol.

Muerto el Apóstol, los siete discípulos que había llevado consigo cuando estuvo en España robaron por la noche el cuerpo que Herodes prohibió enterrar. Ocultamente lo llevaron hasta el puerto de Jaffa donde milagrosamente encontraron una nave sin remeros ni piloto en la que embarcan dos de ellos, Teodoro y Atanasio.
Ayudados por un viento favorable, en un trayecto de siete días realizado bajo la guía divina y con una tripulación angelical, la embarcación arriba a las costas gallegas en Iria Flavia.


Fuente Reniega.

Aquí se apareció el diablo en forma de apuesto joven a un sediento caminante que subía el puerto en pleno verano.
El diablo le ofreció la posibilidad de refrescarse y de beber si renegaba de Dios, de la Virgen María y, finalmente, del apóstol Santiago. El peregrino rehusó por tres veces la tentación y se puso a rezar pidiendo ayuda a las alturas.
Entonces, el joven diabólico desapareció entre una nube de azufre, y en su lugar apareció la cristalina fuente, donde sació su sed.

Virgen del Txori.

En la parte más elevada del puente que da nombre a esta localidad, existió una torreta cubierta que custodiaba una imagen de la Virgen.
Se cuenta que un txori (pajarillo en euskera) acudía cada cierto tiempo y quitaba con sus alas las telarañas de la imagen y, mojando su pico en el agua, la limpiaba.
Las visitas del txori se sucedieron durante años, cesando en 1843 al destruirse la torreta en que se hallaba la capilla de la Virgen. En esa fecha se trasladó la imagen de Nuestra Señora del Puy a su actual ubicación en la iglesia de San Pedro.

El siguiente milagro lo encontramos en el libro II del Codex: “De los treinta loreneses y del muerto a quien el Apóstol llevó en una noche desde los puertos de Cize hasta su monasterio”.

Se cuenta que 30 caballeros peregrinaban juntos y todos, excepto uno, dieron palabra de socorrerse mutuamente y no abandonarse ante las dificultades. En el momento en que uno de ellos cayó enfermo todos lo abandonan salvo el que no dio palabra, que lo acompaña y cuida.
En el alto de Ibañeta el enfermo muere y su acompañante, que se encuentra aterrado y solo, ve llegar a un desconocido a caballo que carga a ambos peregrinos en su grupa y, en una noche, los lleva a Santiago de Compostela donde se da a conocer como el Apóstol, da sepultura al peregrino difunto y anuncia al superviviente que a su vuelta encontrará a sus antiguos compañeros perjuros a los que deberá afear su conducta y exigirles penitencia para que puedan continuar su peregrinación.


San Guillermo de Arnotegui

Se trata de una leyenda del siglo XIV, contada de padres a hijos y cuenta que, tras recorrer el Camino de Santiago, la princesa de nombre Felicia abandonó la corte y optó por la vida religiosa disimulando su condición y escondiendo su rango. Su hermano Guillermo, ofendido, descubrió el refugio de Felicia, pretendió rescatarla para las ilusiones del mundo y, al no lograrlo, la mató.
Arrepentido por su crimen, peregrinó a Santiago de Compostela y al regreso se recluyó en la ermita de Arnotegui, próxima a Obanos, donde atendió a las personas más necesitadas, llorando allí su crimen hasta el fin de sus días.

El Carro del milagro.

El libro III del Codex nos relata la conversión de la reina Lupa. Tras la llegada del cuerpo de Santiago a Iria Flavia, sus discípulos se dirigen a la corte de la reina para solicitar una parcela donde sepultar al Apóstol; la reina, sin embargo, los envió a la cercana corte del rey, enemigo del cristianismo, quien los encarceló. Un ángel los liberó y, cuando eran perseguidos, se produjo el milagro del hundimiento de un puente que acabó con los perseguidores.
Volvieron a la corte de Lupa, quien de nuevo intentó deshacerse de ellos aconsejándoles que unciesen el carro con unos supuestos bueyes mansos que eran, en realidad, toros salvajes y enviándoles al encuentro de un fiero dragón que fue vencido por el signo de la Cruz. Los bueyes, olvidando su fiereza, se dejaron uncir, y la reina Lupa, a la vista de estos milagros, se convirtió al cristianismo y cedió casa y suelo para sepultura del Apóstol.

Caminos de Santiago.

Por último, otro milagro del Codex, en este caso de su libro segundo, el cual narra el milagro que aconteció a un matrimonio francés que peregrinaba con su hijo.

Cruzaban estos terribles montes cuando el muchacho falleció de forma súbita, ellos interceden al Apóstol y cuando hacen la sepultura el hijo recupera la vida. Llenos de gozo, prosiguen su peregrinación a Compostela.


"Aquí ya depende de cada uno la fe o credibilidad que le, pero quizás todo esto es la magia que envuelve el camino"

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