Capítulo VII
En el camino de Santiago, por la ruta de Toulouse, la
primera tierra que se encuentra, pasado el río Garona, es la de Gascuña; a
partir de allí, superado el Somport, la tierra de Aragón y luego el territorio
de los navarros, hasta Puente Arga (1) y más allá.
Por la ruta de Port
de Cize, después de la Turena (2), está el territorio de los poitevinos (3),
productiva, fértil, llena de todo género de bienes. Los poitevinos son gente
valiente y aguerrida, muy hábiles en el manejo del arco, de las flechas y de la
lanza en la guerra, confíados en el combate, rapidísimos en las carreras,
cuídados en su vestido, de facciones distinguidas, astutos en sus palabras, muy
dadivosos en sus mercedes y pródigos con sus huéspedes. Después se encuentra el
país de Saintes (4); luego, pasado el estuario del río Garona, está la tierra
de Burdeos, de excelente vino y rico en peces, pero de rústica lengua. Se
tienen a los de Saintes por burdos en su idioma, pero los de bordeleses todavía
lo son más. Después se atraviesan durante tres agotadoras jornadas las landas
bordelesas. Esta es tierra completamente desolada, carente de pan, vino, carne,
pescado, ríos y fuentes, de escasas aldeas, llana y arenosa, sí bien abundante
en miel, mijo, panizo y puercos (5). Pero si por casualidad la atraviesas en
verano, guarda cuidadosamente tu rostro de las enormes moscas, vulgarmente
llamadas avispas o tábanos (6), que allí abundan sobremanera. Y si no miras
atentamente dónde pisas, en la arena del mar, que allí abunda, te hundirás rápidamente
hasta las rodillas.
Pasado, pues, este
país, se encuentra la Gascuña, tierra rica en pan blanco y espléndido vino
tinto, dotada de bosques, prados y ríos y fuentes sanas. Los gascones son
ligeros de palabra, parlanchines, burlones, libidinosos, borrachines, pródigos
en las comidas, desastrados en su indumentaria, faltos de joyas y adornos, pero
hechos a la guerra y distinguidos por su hospitalidad con los necesitados.
Acostumbran a comer sin mesa, sentados alrededor del fuego y a beber todos por
un mismo vaso (7). Comen y beben largamente, visten mal, y se acuestan
suciamente mezclados todos sobre unas pocas pajas, los siervos con el señor y
la señora.
A la salida de este
país, en el camino de Santiago, se encuentran dos ríos que corren por cerca de
la villa de San Juan de Sorde (8), uno a su derecha y otro a su izquierda: uno
de ellos se llama Gave y el otro río, y no pueden cruzarse en modo alguno sin
embarcación. Los barqueros de éstas se condenarán indudablemente, pues aunque
aquellos ríos son muy estrechos, por cada persona que pasan hasta la otra
orilla, sea pobre o rico, cobran de tarifa un dinero, y cuatro, que reclaman
violenta y abusivamente, por la caballería. Además su nave es pequeña,
construida del tronco de un sólo árbol, en la que apenas caben los caballos;
cuando hayas embarcado guárdate prudentemente de no caer, por casualidad, al
agua. Te convendrá arrastrar por las riendas a tu caballo detras de tí, fuera
de la nave, por el río. Por eso entra en ella con pocos, pues si se carga en
exceso, pronto zozobrará. También muchas veces, los barqueros meten tanta
cantidad de peregrinos, tras cobrarles el precio, que la nave vuelca, y los
peregrinos se ahogan en las aguas. Por lo que se alegran malignamente los
barqueros, porque así se apoderan de los despojos de los muertos.
Después, ya cerca de
Port de Cize, se encuentra el país de los vascos, que tiene en la costa hacia
el norte la ciudad de Bayona (9). Esta tierra es bárbara por su lengua, poblada
de bosques, montañosa, desolada de pan, vino y de todo alimento del cuerpo,
salvo el consuelo de las manzanas, la sidra (10) y la leche. En esta tierra, es
decir, cerca de Port de Cize, en el pueblo llamado Ostabat, Saint-Jean (11) y
Saint-Michel-Pied-de-Port, los recaudadores de portazgo son tan malvados que
merecen la más absoluta condena, porque armados con dos o tres garrotes, salen
al paso a los peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos. Y si
algún viajero se niega a darles los dineros que le piden, le golpean con los
garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el
censo, insultándole.
Las gentes de estas
tierras son feroces como es feroz, montaraz y bárbara la misma tierra en que
habitan. Sus rostros feroces, así como los gruñidos de su bárbara lengua,
aterrorizan el corazón de quienes los contemplan. Aunque legalmente sólo pueden
cobrar tributo a los mercaderes, lo reciben injustamente de los peregrinos y de
todos los viajeros. Cuando deben cobrar normalmente de cualquier cosa cuatro
monedas o seis, ellos cobran ocho o doce, es decir, el doble. Por lo cual,
mandamos y rogamos ardientemente que estos portazgueros juntamente con el rey
de Aragón (12) y demás personas potentados que de ellos reciben los dineros del
tributo, así como aquellos que los consienten, como son: Raimundo de Soule,
Viviano de Agramonte (13) y el Vizconde de San Miguel con toda su descendencia,
junto con los antedichos barqueros y Arnaldo de Guinia con toda su descendencia
y con los restantes señores de los referidos ríos, que injustamente reciben de
aquellos mismos barqueros los dineros del pasaje, junto con los sacerdotes que
a sabiendas les administran la penitencia y la eucaristía, o les celebran
oficios divinos, o les admiten en sus iglesias, que sean diligentemente
excomulgados, no sólo las sedes episcopales de sus respectivas tierras, sino
también en la basílica de Santiago, en presencia de los peregrinos, mientras no
se arrepientan con prolongada y pública penitencia, y moderen sus tributos. Y
cualquier prelado que, por caridad o lucro, pretenda perdonarles de esto,
reciba el golpe de la espada del anatema. Y sépase que dichos portazgueros en
modo alguno deben percibir tributo de los peregrinos, y que los referidos
barqueros no pueden cobrar, como tarifa por la travesía, más que un óbolo (14)
por dos hombres, si son ricos; y por su caballo un solo dinero; pero de los
pobres nada. Y deben tener barcas grandes, en las que holgadamente puedan
entrar las caballerías y los hombres.
En el territorio
todavía de los vascos, el camino de Santiago pasa por un monte muy alto, que se
llama Port de Cize, o porque aquí se halla la puerta de España (15), o porque
por dicho monte se transportan las mercancías de una tierra a otra; y su subida
tiene ocho millas y su bajada igualmente otras ocho. Su altura es tanta que
parece tocar el cielo. A quién lo sube le parece que puede tocar el cielo con
la mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y el occidental (16), y
las tierras de tres países, a saber: de Castilla, de Aragón y de Francia. En la
cima de este monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno (17), porque en
él, en tiempos pasados, Carlomagno abrió una senda con hachas, piquetas, azadas
y otras herramientas, cuando, al frente de sus ejércitos, se dirigía a España.
A continuación alzó figuradamente en alto la cruz del Señor, y doblando las
rodillas en dirección a Galicia elevó sus preces a Dios y Santiago. Por este
motivo, los peregrinos tienen la costumbre de hincarse allí de y orar vueltos
hacia la patria de Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del
Señor. Hasta mil se pueden encontrar allí. De ahí que se considere a aquel
lugar por el primero de la oración a Santiago en el camino.
En este mismo monte,
antes de que creciese plenamente por tierra españolas la cristiandad, los
impíos navarros y vascos solían no solo robar a los peregrinos que se dirigían
a Santiago, sino también cabalgarlos como asnos, y matarlos. Junto a este
monte, en dirección norte, hay un valle que se llama Valcarlos (18), en el que
acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos, cuando sus guerreros fueron
muertos en Roncesvalles, y por él que pasan también muchos peregrinos camino de
Santiago y no quieren escalar el monte. Luego, pues, en el descenso del monte
se encuentra el hospital y la iglesia en donde se está el peñasco que el
poderoso héroe Roldán partió con su espada por medio, de arriba a bajo, de tres
golpes (19). Viene luego Roncesvalles, lugar en que en otro tiempo se libro la
gran batalla en la cual el rey Marsilio, Roldán y Oliveros y otros ciento
cuarenta mil (20) guerreros cristianos y sarracenos fueron muertos.
Tras este valle se
encuentra la tierra de los navarros, rica en pan, vino, leche y ganados.
Navarros y vascos (21) son muy semejantes en cuanto a comidas, trajes, y
lengua, pero los vascos son algo más blancos de rostro que los navarros. Estos
se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a la manera
de los escoceses, y usan un calzado que llaman albarcas (22), hechas de cuero
con pelo, sin curtir, atadas al pie con correas, que sólo resguardan la planta
del pie, dejando desnudo el resto. Gastan unos capotes de lana negra, largos
hasta los codos y orlados a la manera de una paenula (23), que llaman sayas.
Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una casa navarra,
tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, suelen comer
todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una sola cazuela, no con cuchara,
sino con las propias manos, y beben todos del mismo jarro. Si los vieras comer,
los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y oyéndoles hablar, te recuerdan los
ladridos de los perros, pues su lengua es completamente bárbara. A Dios le
llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum;
a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa,
iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al presbítero, belaterra, lo
que quiere decir bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia;
a Santiago, iaona domne Iacue (24).
Este es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en sus
costumbres y naturaleza, colmado de maldades, oscuros de color, de aspecto
innoble, malvado, perverso, pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho,
agresivo, feroz y salvaje, duchos en toda suerte de violencias, silvestre,
réprobo, impío y rudo, cruel y pendenciero, desprovisto de cualquier virtud y
enseñado en todos los vicios e iniquidades; parejo en maldad a los getas y los
sarracenos (25), y enemigo frontal de nuestra nación gala. Por un sólo dinero,
un navarro o un vasco mata si puede, a un francés. En algunas de sus comarcas,
sobre todo en Vizcaya y Álava, los navarros mientras se calientan, se muestran
mutuamente sus vergüenzas, el hombre a la mujer y la mujer al hombre. También
usan los navarros de las bestias en impuros ayuntamientos, fornican
incestuosamente al ganado. Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las
ancas de su mula y de su yegua, para que no las pueda acceder más que él mismo.
Además, da lujuriosos besos a la vulva de su mujer y de su mula. Por todo ello,
los navarros han de ser censurados por todos los discretos. Sin embargo, se les
considera valientes en el campo de batalla, esforzados en el asalto de
castillos, cumplidores en el pago de diezmos, y asiduos en las ofrendas a los
altares. Pues cada día al ir los navarros a la iglesia, hace una ofrenda a
Dios, o de pan, vino o trigo, o de algún otro producto. Siempre que un navarro
o un vasco va de camino se cuelga del cuello un cuerno como los cazadores, y
acostumbra a llevar dos o tres jabalinas, que ellos llaman azconas (26). Y
cuando entra o sale de casa, silba como un milano. Y cuando estando escondido
en lugares apartados o solitarios para robar o asaltar a una presa, desea llamar
sigilosamente a sus compañeros, o canta como el búho, o aúlla igual que un lobo
(27).
Suele decirse que
descienden del linaje de los escoceses, por la semejanza a ellos en sus
costumbres y aspecto. Es fama que Julio César envió a España (28), para someter
a los españoles, porque no querían pagarles tributo, a tres pueblos, a saber: a
los nubios, los escoceses y los "caudados" cornubianos, ordenándoles
que pasasen a cuchillo a todos los varones respetando la vida sólo a las
mujeres. Y habiendo ellos invadido por mar aquella tierra, tras destruir sus
naves, la devastaron a sangre y fuego desde Barcelona a Zaragoza, y desde la
ciudad de Bayona hasta Montes de Oca. No pudieron traspasar estos límites,
porque los castellanos unidos los arrojaron de sus territorios combatiéndolos.
En su retirada huyeron hasta los montes costeros que hay entre Nájera, Pamplona
y Bayona, es decir, en dirección al mar, hacia la costa en tierras de Vizcaya y
Álava, donde se establecieron levantando numerosas fortificaciones y dieron
muerte a todos los varones a cuyas mujeres arrebataron, y en las que
engendraron hijos que después fueron llamados navarros por sus sucesores. Por
lo que navarro se traduce non verus (29), no verdadero, es decir, engendrado de
estirpe no verdadera o de prosapia no legítima. Dícese también que los navarros
tomaron su nombre primitivamente de una ciudad llamada Naddaver, situada en la
región de la que procedían; ciudad convertida al Señor en los primeros tiempos,
por la predicación de San Mateo, apóstol y evangelista.
Después de la tierra de éstos, una vez pasados los Montes de
Oca, en dirección a Burgos, sigue la tierra de los españoles, a saber, Castilla
y Campos (30). Esta tierra está llena de tesoros, abunda en oro y plata, rica
en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y
miel. Sin embargo, carece de arbolado y está llena de hombres malos y viciosos.
Después, pasada la tierra de León y los puertos de monte
Irago y monte Cebrero, se encuentra la tierra de los gallegos (31). Abunda en
bosques, es agradable por sus ríos, sus prados de extraordinarios vergeles y
riquísimos pomares, sus buenas frutas y sus clarísimas fuentes; pero escasa en
ciudades, villas y sembrados. Escasea en pan de trigo y vino, pero abundante en
pan de centeno y sidra, bien abastecida en ganados y caballerías, en leche y
miel y en pescados de mar grandes y pequeños; es rica en oro, plata, y en
tejidos y pieles silvestres, y en otras riquezas, y hasta muy abundante en
valiosas mercancías sarracenas. Los gallegos, pues, se acomodan más
perfectamente que las demás poblaciones españolas de atrasadas costumbres, a
nuestro pueblo galo, sino fuera por que son muy iracundos y litigosos.
(1)Puente Arga o puente del Arga (pontem Arge) no puede ser
otro que Puente la Reina.
(2)La Turena (Turonica), antigua provincia francesa en las
riberas de Loira cuya capital era Tours, considerada como el jardín de Francia.
(3)El Poitou (tellus Pictauorum), otra provincia, cuya
capital era Poitiers, con algo de la abundancia de la Turena, pero más pobre.
País donde se entrecuzan caracteres del norte y del mediodía.
(4)El Saintonage (t. Sanctonensium), cuya capital era
Saintes (ver Libro IV (Turpín), capítulos X y XI). El estuario del Garona es,
como se sabe, la Gironda, de Burdeos al mar.
(5)Se traduce por "puercos" la palabra grugnis que
en el Códice es gruguis. La palabra no se halla en ninguna otra parte, pero se
supone relacionada con grunnier "gruñir".
(6)Las formas vulgares que da el texto son las francesas
antiguas guespe "gûepe" y tavones "taons".
(7)Se traduce por vaso la palabra cypho que está seguramente
por scypo; pero según Gómez-Moreno cipho designaba un canuto para sorber.
(8)San Juan de Sorde (sancti Iohannis Sordue), hoy Sorde en
el borde del departamento de las Landas y a la derecha del Gavede Olorón, no
lejos de su confluencia con el Gave de Pau. Su abadía benedictina que data
quizá del siglo X marcaba una etapa en la peregrinación a Santiago. Ahora los
dos ríos se llaman Gave como queda dicho, nombre que en el texto parece común y
no propio, como lo es en francés: gauer se contrapone a flumen. Se supone
possunt "puente" por possit, porque de los siguiente se desprende que
ambos ríos se cruzaban en barca.
(9)Bayona (Baiona) caía fuera del camino.
(10)En este pasaje aparece más claro que en ningún otro que
sicera es "sidra" por ir junto a las manzanas y contrapuesta al vino,
y por tratarse del país vasco (tellus Basclorum), además de ser la voz latina
origen de la española.
(11)Saint-Jean y Saint-Michel-Pied-de-Port: ver capítulo II,
nota a Port de Cize. San Juan fué capital de la Baja Navarra y perteneció a
España hasta las paz de los Pirineos (1659).
(12)La referencia al rey de Aragón como soberano de estas
tierras que pertenecían a Navarra debió hacerse antes de terminar la etapa que
Navarra pasó unida a Aragón bajo los reyes Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso I
(1076-1134), y seguramente bajo el último.
(13)Ninguno de estos personajes ha podido ser identificado
con seguridad hasta ahora: hacia 1130 se encuentran un Viviano d'Aigremont y un
Arnaldo de la Guinge, y el nombre de Raimundo era hereditario en la casa de
Soules desde mediados del siglo XI. Pero es notable que el nombre de V.
Agramonte (de Acromonte) aparece en el segundo romance del Marqués de Mantua,
hacia el fin: "otro el duque Vibiano-de Agromonte natural", como de
un personaje que procede seguramente del ciclo épico de Guillermo de Orange.
(14)El óbolo era "en la Edad Media la mitad del dinero
de vellón, llamda vulgarmente miaja, mealla o malla".
(15)Da explicaciones de la palabra portus
"puerto", la primera más exacta porque coincide etimológicamente con
porta "puerta"; pero también aproximada la segunda, ya que portare
"llevar" con sus compuestos proceden de la misma raíz.
(16)El mar Británico parece ser el de la Bretaña francesa y
el occidental el golfo de Vizcaya o de Gascuña; mas como el primero cae
demasiado lejos, quizá deba entenderse solamente que se ve el mar hacia el
norte y el oeste.
(17)La Cruz de Carlomagno está mencionada en otros textos
medievales, pero su emplazamiento no ha sido localizado.
(18)Valcarlos, valle que se abre entre los montes de
Altabiscar y los Alduides, por donde corre hacia Francia el Nive de Arnéguy y
baja la carretera general, y último pueblo español junto a la frontera, a 17
km. al norte de Roncesvalles y 63 de Pamplona.
(19)Ver Libro IV (Turpín) capítulo XXI, para consultar la
hazaña de Roldán. De testimonios más recientes resulta, que después que los
religiosos de Roncesvalles compraron la iglesia y el hospital de Ibañeta,
trasladaron a su abadía la piedra sagrada.
(20)El Códice pone C.XL. milibus que el P.Fita y Whitehill
han hecho CXL milibus; pero Mlle. Vielliard lee cum XL milibus a causa de
ablativo milibus, como también lo entendió en su copia el monje de Ripoll y
parecía más probable gramaticalmente. Así la traducción sería: "y otros
guerreros con cuarenta mil c. y s."
(21)El autor distingue entre vascos y navarros, entendiendo
por los primeros a los vasco-franceses o habitantes de ultrapuertos y por los
segundos a los del sur de Roncesvalles.
(22)En el texto luarcas que ha dado la voz castellana y
también vulgarmente albarca entre quienes la usan todavía en tierras de Zamora.
Emblema heráldico del rey de Navarra Sancho Abarca.
(23)La paenula era una especie de capote de viaje, largo
hasta las rodillas, cerrado y sin mangas, con un agujero para la cabeza y un
capuchón.- La saia del texto podría relacionarse con lo que hoy se llama
"kapusai", nombre emparentado con el de aquélla y con del de sagum
que los romanos tomaron de la lengua céltica.
(24)Esta es la más antigua lista de voces vascas que se
conoce y una de las primeras listas de frases para viajeros. La a final de
urcia, andrea, echea, ianoa, elicera, bellaterra y ereguia es el artículo
definido vasco; la terminación ic de uric "agua" es un artículo
abstracto. Urcia o mejor urzia está por orzi "cielos", usada hoy sólo
en compuestos; es posible que se preguntase por Dios señalando al cielo, según
Azcue, y los vascos entendieron mal. Ande significa "señora" y la
Virgen es Andre María o Mari (Andra en Vizcaya), mas no Andrea M. Pan es ogui y
no orgui, que hoy se escribe ogi pronunciándose la g como gu. Vino es ardao,
ardo y arno y sólo en el valle del Roncal (Navarra) ardau con nasalización
final; pero la forma ardum del texto puede estar latinizada. Carne es aragi
pronunciado aragui como pone el texto. Pescado es arain o araiñ con r dura o
doble. Casa es etse o etxe pronunciado eche. Señor o dueño es iaun y en la
lengua escrita también iaon. Iglesia es eliza, pero en el valle de Salazar
(Navarra) elizara con r interpuesta al añadir el artículo. Para sacerdote se
usa en el valle del Roncal y otras partes bereter que con el artículo es
popular, como si fuese compuesto de bela "cuervo" y se considerase al
sacerdote como especialmente conocedor de los agüeros (un
"echacuervos" o cosa parecida); la interpretación pulcra terra
"bella tierra" se debe al pareceido fonético con bella terra en latín
o belle terre en francés. Gari es propiamente grano. Rey es erege pronunciado
erregue y con cierre muy corriente de la e final ante el artículo, erreguia.
Domme, del latín domine, queda más reducido como el español don en nombres
vascos como el de San Sebastián, Donostia, San Juan de la Luz, Donibane
Lohitzun, Saint-Jean-Pied-de-Port, Donibane Garazi, Iacue, de Iacobe como el
antiguo español Yagüe, no se usa hoy; en correspondencia con la frase iaona
domne Iacue, la parroquia principal de Bilbao (ahora catedral) se llama del
Señor Santiago.
(25)Los getas eran un antiguo pueblo, emparentado con el
tracio y el dacio, que habitó en la región de las bocas del Danubio. Como
feroces, inhumanos etc. los menciona repetidas veces Ovidio, que allí estuvo y
murió desterrado, y tal vez a través de él se hicieran proverbiales en la Edad
Media tales cualidades. Los sarracenos podían en cambio ser conocidos
directamente.
(26)Azconas eran una especie de lanza.
(27)Según Caro Baroja, el obispo Oliva dirigiéndose a Sancho
el Mayor en 1023 acusaba ya a los vascos de ciertos vicios, y añade que las
costumbres guerreras y religiosas, así como la imitación de los animales,
parecen estar bien observadas en la realidad. Pero verdaderamente no se
compadecen muy bien con toda la larga serie de improperios anteriores, que
parecen exagerados y como debidos a una antipatía racial o a venganza por
molestias personales. Ya en la enumeración de pueblos del Libro I, capítulo
XVII, los "ímpios navarros" son los únicos que llevan un epíteto y
éste no corresponde a lo dicho aquí de su religiosidad.
(28)Esta invasión parece una fantasía; sin embargo el P.Fita
dice: "La invasión que se achaca a soldados enviados pro Julio César tuvo
lugar en la Bretaña francesa, y probablemente en España, imperando Máximo, a
fines del siglo IV". El autor del vocabulario, teniendo presente una
antigua relación, entendió que los numianos del Devonshire eran nubianos de
Etiopía; y de aquí su argumento ínsipido, fundado en la predicación de San
Mateo a los nubios etíopes". A los cornubianos o de Cornualles los llama
el texto caudatos "provistos de cola", un epíteto atribuido
frecuentemente a los ingleses en la Edad Media, con el sentido de
"cobardes, pusilánimes"; más el P.David se lo niega y lo refiere a
cierta creencia popular medieval de que algunos pueblos célticos de las Islas
Británicas tenían un apéndice caudal, de donde se atribuyó a los ingleses y aún
a los navarros supuestos descendientes de británicos.
(29)La interpretación de Nauarrus como non uerus no es mas que
una mala etimología popular.
(30)Castilla venía a extenderse de los Montes de Oca al
Pisuerga y la Tierra de Campos, los famosos Campi Gothorum del Albeldense, del
Pisuerga al Cea y, más al sur de los Montes Torozos al Esla. El loor que aquí
hace el autor de sus productos se corresponde con el de Carrión y Sahagún en el
capítulo III y bien observada está la falta de árboles; pero la abundancia de
oro y plata, si no es una frase retórica, habrá que suponerla en los
monasterios e iglesias y en las casas nobles o ricas; con todo los hombre, no
salen tampoco bien librados. Creemos que palleis está aquí y más abajo, al
referise el texto a Galicia, por palliis "telas, paños", y no como
Mlle. Vielliard que lo traduce aquí por "fourrage" y más abajo por
"tissus", lo primero quizá por preceder a los caballos y poder
confundirse también con paleis "pajas". Según Gómez-Moreno eran
tejidos preciosos de diversos colores.
(31)Las características de Galicia están en general bien
observadas y hasta no sin razón se atribuye a sus habitantes la de ser litigiosi
ualde, que hoy diríamos "muy pleiteadores". Se traduce paucis
referido a pescados por "pequeños", pues en el capítulo II pauca
equivale a parua y parece que da mejor sentido. En cuanto a los tesoros
sarracenos, se toma como "suntuosas mercancías suministradas por los
sarracenos"; pero pudieran ser acaso tesoros prehistóricos como los que se
descubren modernamente y se atribuyen a los "mouros" por el pueblo.
Capítulo VIII
En primer lugar, pues, se ha de visitar en Arlés (1) por los
que se dirigen a Santiago por el camino de Saint-Gilles, el cuerpo del
bienaventurado San Trófimo (2), confesor, a quién recuerda San Pablo en su
epístola a Timoteo, y que ordenado obispo por el mismo apóstol se dirigió el
primero a predicar el Evangelio de Cristo a dicha ciudad. De este clarísimo
manantial recibió toda la Galia, como escribe el papa Zósimo (3), los arroyos
de la fe. Su festividad se celebra el día 29 de diciembre.
Igualmente se ha de
visitar el cuerpo de San Cesáreo (4), obispo y mártir, que en la misma ciudad
estableció la regla monástica femenina y cuya fiesta se celebra el día 1 de
noviembre.
Asimismo se han de
implorar en el cementerio de esta misma ciudad la protección de San Honorato
(5), obispo, cuya solemnidad se celebra el 16 de enero. En su venerable y
magnífica iglesia descansa el cuerpo de San Ginés (6), mártir muy preclaro.
En las afueras de
Arlés hay un arrabal, entre los dos brazos del Ródano, que se llama
Trinquetaille (7), en donde existe detrás de la iglesia una columna de
magnífico mármol, muy alta, y elevada sobre la tierra, a la que, según cuentan,
ataron a San Ginés y lo degolló la plebe infiel; y aún hoy aparece enrojecida
por su rosada sangre. El mismo santo apenas hubo sido degollado cogió su cabeza
consus propias manos y la arrojó al Ródano, y llevó su cuerpo por medio del río
hasta la iglesia de San Honorato, en donde honrosamente yace. Su cabeza, en
cambio, corriendo por el Ródano y por el mar lelgó, guiada por los ángeles,
hasta la ciudad española de Cartagena, en donde ahora descansa espléndidamente
y obra muchos milagros. Su festividad se celebra el 25 de agosto.
Luego se ha de
visitar junto a la ciudad de Arlés un cementerio situado en el lugar llamado
Aliscamps (8), para suplicar, como es costumbre, por los difuntos, con
oraciones, salmos y limosnas. Tiene una longitud y una anchura de una milla.
Tantas y tan grandes tumbas de mármol colocadas sobre la tierra no pueden
encontrarse en cementerio de parte alguna, excepto en éste. Están decoradas con
diversos motivos, tienen inscritos textos latinos, y son antiguas como se
desprende de su redacción ininteligible (9). Cuanto más lejos se mira, tanto
más lejos se ven sarcófagos. En este mismo cementerio existen siete capillas;
si en cualquiera de ellas un sacerdote celebra la eucaristía por los difuntos,
o si un seglar la hace devotamente celebrar a algún sacerdote, o si un clérigo
lee el salterio, tendrá, en verdad, a los piadosos difuntos que allí yacen como
valedores de su salvación ante Dios en el día de la resurrección final. Pues
son muchos los cuerpos de santos mártires y confesores que allí descansan, y
cuyas almas gozan ya en la paradisíaca morada. Su conmemoración suele
celebrarse el lunes después de la octava de Pascua.
También ha de ser
visitado con gran cuidado y atención el dignísimo cuerpo del piadosísimo San
Gil, confesor y abad. Pues San Gil, famosísimo en todas las latitudes, ha de
ser venerado por todos, por todos dignamente celebrado, por todos amodo, por
todos invocado y por todos visitado. Después de los profetas y los apóstoles,
ninguno entre los demás santos más digno, más santo, más glorioso, ni más rápido
en el auxilio que él. Pues suele ayudar más rápidamente que los demás santos a
los necesitados, los afligidos y angustiados que a él claman. ¡Oh cuan hermosa
y valiosa obra es visitar su sepulcro! Pues el mismo día en que alguien le
ruegue de todo corazón, será sin duda socorrido felizmente.
Por mí mismo he
comprobado lo que digo: En cierta ocasión vi en su misma ciudad a uno que el
día en que lo invocó escapó, con auxilio del santo confesor, de la casa de
cierto zapatero, llamado Peyrot; cuya casa se vino abajo completamente derruída
de puro vieja. !Quién podrá, pues, ver otra vez su morada! ¡Quién adorará a
Dios en su sacratísima iglesia! ¡Quién abrazará de nuevo su sarcófago! ¡Quién
besará su venerable altar, o narrará su piadosísima vida! Pues un enfermo se
vistió su túnica y sanó; por su misma indefectible virtud se curó uno mordido
por una serpiente; otro, poseído por el demonio, se libró; se calma la
tempestad del mar; la hija de Teócrito encontró la salud largo tiempo deseada;
un enfermo que no tenía en el cuerpo parte sana, falto en absoluto de su salud,
logró la tan largamente ansiada curación; un cierva, antes indómita,
domesticada por su mandato, se amansó; su orden monástica aumentó bajo su
patronazgo abacial; un energúmeno fue librado del demonio; el pecado de
Carlomagno (10), que le había sido revelado por un ángel, le fue perdonado al
rey; un difunto fue devuelto a la vida; recobra un paralítico su primitiva
salud; es más, dos puertas talladas en madera de ciprés con imágenes de
príncipes de los apóstoles, llegaron flotando sobre las aguas del mar desde la
ciudad de Roma al puerto del Ródano, sin que nadie las dirigiese, con sólo su
poderoso mandato. Me duele no recordar y no poder contar (11) todos sus hechos
dignos de veneración, ya que tantos son y tan grandes. Aquella resplandeciente
estrella venida de Grecia, después de iluminar con sus rayos a los provenzales,
hermosamente se ocultó entre ellos, no empequeñeciéndose, sino incrementando su
brillo; no perdiendo su resplandor, sino ofreciéndolo con doble intensidad a
todos, no descendiendo a los abismos, sino ascendiendo hasta las cumbres del
Olimpo; su luz no se oscureció con su muerte, sino que gracias a sus insignes
fulgores, es el más resplandeciente de todos los santos astros, en los cuatros
puntos cardinales. En efecto, a la media noche del domingo, 1 de septiembre, se
eclipsó este astro, que un coro de ángeles llevó consigo a la celestial morada
y que el pueblo godo junto con el orden monacal albergó en honrosa sepultura,
en un campo libre, entre la ciudad de Nimes (12) y el río Ródano.
La enorme arca de oro
que hay detrá de su altar sobre su venerable cuerpo, tiene esculpidas en la
primera franaja de la parte izquierda las imágenes de seis apóstoles, ocupando
la imagen de la bienaventurada Virgen María la primera posición. Arriba, pues,
en una segunda franja, aparecen los doce signos del zodíaco, en este orden:
Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario,
Capricornio, Acuario y Piscis. Y por entre ellos corren ramos dorados en forma
de sarmientos de vid. En la tercera franja, la de más arriba, aparecen las
imágenes de doce de los veinticuatro ancianos, sobre cuyas cabezas están
escritos versos:
"He aquí el esplendoroso coro de los ancianos dos veces
doce
Que con sus sonoras cítaras entonan dulces cantos" (13)
En la parte derecha,
en la primera franja, hay igualmente otras seis imágenes, seis de las cuales
son de apóstoles y la séptimo de otro discípulo de Cristo. Pero aún sobre las
cabezas de los apóstoles, en ambos lados del arca, se representan en forma de
mujer las virtudes que en ellos brillaron, a saber: Benignidad, Mansedumbre,
Fe, Esperanza y Caridad. En la segunda franja de la derecha hay esculpidas unas
flores a modo de sarmientos de vid. En la tercera y más alta de las franjas, al
igual que en la parte izquierda, aparecen las otras doce figuras de los
veinticuatro ancianos, con ésta inscripción en verso sobre sus cabezas:
"Esta gran urna exornada de piedras preciosas y oro
Es la que las reliquias guarda de San Egidio.
a quien la rompa, maldígale Nuestro Señor por siempre,
y San Egidio con él y la sagrada corte"
Las cubiertas del
arca por arriba están labradas por ambas aguas a modo de escamas de peces. En
su ápice hay engarzadas trece piedras de cristal de roca, unas a modo de
escaques, otras en forma de manzana o granadas. Uno de los cristales es enorme
y tiene la forma de un gran pez, una trucha (14) seguramente, erguido, con la
cola vuelta hacia arriba. El primer cristal, semejante a una gran olla, y sobre
la que reposa una preciosa cruz de oro, muy resplandeciente. En el centro del
frontis del arca, pero en su cara anterior, dentro de un círculo dorado, está
sentado el Señor, impartiendo la bendición con la mano derecha, y sosteniendo
en la izquierda un libro, en el que está escrito lo siguiente: "Amad la
paz y la verdad". Bajo el escabel de sus pies hay una estrella dorada; y
junto a sus brazos, una a su derecha y otra a su izquierda, de esta forma: Alfa
y Omega. Y sobre su trono refulgen dos piedras preciosas de forma increíble.
Junto al trono, por fuera están representados los cuatro evangelistas, con
alas: a sus pies tienen sendas cartelas en las que aparecen escritos
sucesivamente los comienzos de sus respectivos evangelios. Mateo está esculpido
en figura de hombre, a la derecha y arriba; Lucas en figura de buey, abajo;
Juan, en efigie de águila, a la izquierda y arriba; y debajo, Marcos en forma
de león. Junto al trono del Señor hay además dos ángeles admirablemente
esculpidos: un querubín a la derecha, con los pies sobre Lucas, y un serafín a
la izquierda, con los pies a su vez sobre Marcos.
Hay dos líneas de
piedras preciosas de todas las clases admirablemente dispuestas: una, rodeando
el trono en el que se sienta el Señor, y la otra recorriendo los bordes del
arca, y tres piedras juntas simbolizando la Trinidad de Dios. Además un
personaje ilustre, por amor del santo confesor, clavó al pie del arca, mirando
hacia el altar, con clavos de oro, su propio retrato, también de oro, que para honra
de Dios aún hoy allí aparece.
En el otro testero
del arca, por la parte de atrás, está esculpida la Ascensión del Señor. En la
primera franja aparecen seis apóstoles con los rostros alzados, contemplando al
Señor subir al cielo. Sobre cuyas cabezas está escrita la leyenda
"Galileos: este Jesús llevado al cielo de entre vosotros, vendrá de igual
modo que le habéis visto". En la segunda franja, aparecen otros seis
apóstoles; colocados de idéntica forma. A uno y otro lado, los apóstoles están
separador por columnas doradas.
En la tercera franja,
se yergue el Señor en trono dorado, con dos ángeles de pie, uno a su derecha y
otro a su izquierda, los cuales, fuera del trono, con sus manos muestran el
Señor a los apóstoles con, levantando una cada uno e inclinando la otra hacia
abajo. Sobre la cabeza del Señor, fuera del trono, hay una paloma como
revoloteando sobre El. En la cuarta y más alta franja, esta esculpido el Señor,
fuera del trono y junto a El los cuatro evangelistas, a saber: Lucas,
representado por un buey, contra la parte del mediodía, abajo; y Mateo en
figura de hombre, arriba. En la otra parte, contra el norte, está Marcos en
figura de león, abajo; y Juan, a manera de águila, arriba. Pero entiéndase que
la Majestad del Señor, que está en el trono, no está sentada, sino en pie, con
la espalda vuelta hacia el mediodía y la cabeza erguida, como mirando al cielo,
teniendo la mano derecha alzada y sosteniendo en la izquierda una pequeña cruz,
de este modo asciende hacia el Padre, que en lo recibe en el remate del arca.
Así es, pues, el
sepulcro de San Gil, confesor, en el que su venerable cuerpo honrosamente
descansa. Avergüéncense pues, los húngaros que dicen que poseen su cuerpo;
confúndanse totalmente los monjes de Chamalières (15) que sueñan tenerlo
completo, que se fastidien los sansequaneses que alardean de poseer su cabeza,
túrbense igualmente los normandos de la península de Cotentín, que se jactan de
tener todo su cuerpo, puesto que en modo alguno pueden sacarse de sus tierras,
como por muchos se afirma, sus sacratísimos huesos. Hubo, en efecto, quien en
cierta ocasión intentó llevarse fraudulentamente, fuera de la patria de San Gil
(16), a lejanas tierras el venerable brazo del santo confesor, pero en modo
alguno fue capaz de marcharse con él. Cuatro son los santos de cuyos cuerpos se
cuenta, al decir de muchos, que por nadie pueden ser movidos de sus sarcófagos,
a saber: Santiago el Zebedeo, San Martín de Tours, San Leonardo de Limoges y
San Gil, confesor de Cristo. Se cuenta que Felipe (17), rey de los francos,
intentó en otro tiempo trasladar sus cuerpos a Francia, pero no pudo consiguió
por ningún medio moverlos de sus propios sepulcros.
Pues bien, los que
van a Santiago por el camino de Toulouse, deben visitar el sepulcro de San
Guillermo (18), confesor, que alférez egregio, y no de los menos significados
condes de Carlomagno, muy esforzado soldado y gran experto en las artes de la
guerra. Sabemos que con su gran valor conquistó, para la causa cristiana, la
ciudad de Nimes, la de Orange y otras muchas. Llevándose consigo un leño de la
cruz del Señor, se retiró al valle de Gellone, en donde hizo vida de eremita y
en el que reposa honrosamente como bienaventurado confesor de Cristo, desde su
santa muerte. Su sagrada fiesta se celebra el día 28 de mayo. En esta misma
ruta hay también que visitar los cuerpos de los santos mártires Tiberio,
Modesto y Florencia (19), que, en tiempo de Diocleciano sufrieron el martirio
por la fe de Cristo, atormentados de varias maneras. Yacen a Sus cuerpos reposan
en un hermoso sepulcro a orillas del río Hérault y su festividad se celebra el
10 de noviembre.
En la misma ruta se
ha de visitar también el venerable cuerpo del bienaventurado San Saturnino
(20), obispo y mártir. Apresado por los paganos en el Capitolio de la ciudad de
Tolouse, fue atado a unos toros muy bravos e indómitos que desde lo alto de la
ciudadela, le arrastraron por las escalinatas de piedra abajo, una distancia de
una milla; destrozándole la cabeza, vaciándole los sesos y con todo el cuerpo
desgarrado entregó dignamente su alma a Cristo. Su sepulcro se halla en un
bello emplazamiento junto a la ciudad de Toulouse, donde los fieles levantaron
en su honor una enorme basílica, con una comunidad de canónigos regulares bajo
la regla de San Agustín. Allí concede el Señor numerosos beneficios a quienes
le imploran. Su festividad se celebra el 29 de noviembre.
Borgoñones y teutones
que peregrinan a Santiago por el camino de Puy, deben visitar también el
santísimo cuerpo de Santa Fe (21), virgen y mártir, cuya santísima alma, tras
haber sido degollado su cuerpo por los verdugos sobre el monte de la ciudad de
Agen, fue portada a los cielos como a una paloma por unos coros de ángeles y la
adornaron con el laurel de la inmortalidad. Cuando San Caprasio, obispo de
Agen, que evitando el furor de la persecución se escondió en una cueva, vio
esto, lleno de animo para soportar los tormentos del martirio, se apresuró a
dirigirse al lugar del suplicio de la santa virgen, se hizo acreedor de la
palma del martirio, echando cara a sus perseguidores la tardanza con que
actuaban. Finalmente los cristianos dieron honrosa sepultura al preciosísimo
cuerpo de Santa Fe, virgen y mártir, en el valle que vulgarmente se llama
Conques (22). Sobre él construyeron una hermosa basílica, en la que, para
gloria del Señor, hasta hoy en día se observa escrupulosamente la regla de San
Benito. Numerosas gracias se conceden a sanos y enfermos, y ante sus puertas
brota una rica fuente, admirable más allá de toda ponderación. Se celebra su
festividad el 6 de octubre.
A continuación en el
camino que por San Leonardo de Limoges va a Santiago, se ha de venerar, como se
merece, por los peregrinos, en primer lugar, el dignísimo cuerpo de Santa María
Magdalena. Esta es, aquella gloriosa María que en casa del leproso Simón regó
con sus lagrimas los pies del Salvador, los enjugó con sus cabellos y los ungió
con un precioso ungüento, besándolos reverentemente. Por ello "le fueron
perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho" a quien a todos ama, es
decir, a Jesucristo, su redentor. Esta es, después del domingo de Ascensión del
Señor, la que desde las tierras de Jerusalén, llegó por mar con San Maximino
(23), discípulo de Cristo, y con otros discípulos del Señor, a la tierras de
Provenza, desembarcando en el puerto de Marsella; y en aquella tierra llevó
vida solitaria durante varios años, hasta que el mismo Maximino, obispo de Aix
(24), la dio sepultura en esa ciudad. Mucho tiempo después, un caballero,
santificado por su vida monacal, llamado Badilón (25), trasladó sus preciosos
restos desde esta ciudad hasta Vezelay, en donde hasta el día descansa en
honrosa sepultura.
En este lugar se
levanta también una enorme y bellísima basílica con una abadía monacal; por
intersección de la santa, el Señor perdona sus culpas a los pecadores, a los
ciegos les devuelve la vista, suelta la lengua a los mudos, endereza a los
paralíticos, libera a los endemoniados y se conceden a otros muchos inefables
favores. Sus solemnes fiestas tienen lugar el 22 de julio.
Asimismo se ha de
visitar el sagrado cuerpo de San Leonardo (26), confesor, que perteneciendo a
la más rancia nobleza del linaje de los francos y habiendo sido criado en la
corte real, renunciando por de Dios Supremo a los pecados del siglo, y en
territorio de Limoges, en el lugar que llaman Noblat, durante largo tiempo
llevó vida solitaria y eremítica, en medio de ayunos frecuentes y numerosas
vigilias, fríos, desnudeces e indecibles trabajos, y finalmente en aquel mismo
solitario lugar descansó con santa muerte. Sus sagrados restos dícese que son
inamovibles. Así pues, ruborícense los monjes de Corbigny (27), que dicen
poseer el cuerpo de San Leonardo, puesto que es imposible, en modo alguno,
mover la mas insignificante porción de sus huesos o de sus cenizas. Es verdad
que los monjes de Corbigny, y otros muchos, se benefician de sus favores y
milagros, pero carecen de su presencia corporal. Como no han podido tener el
cuerpo de San Leonardo de Limoges, lo que veneran en su lugar es el cuerpo de
un cierto varón llamado Leotardo, que se dice que, colocado en una arca de
plata, les llegó de las tierras de Anjou (28). A éste le cambiaron el nombre
tras de su muerte, como si hubiera de ser bautizado de nuevo, le impusieron el
nombre de San Leonardo, para que con la fama de tan grande y famoso nombre, es
decir, de San Leonardo de Limoges, acudiesen los peregrinos y los enriqueciesen
con sus ofrendas. Celebran su fiesta el 15 de octubre.
Primero hicieron de
San Leonardo de Limoges el patrono de su basílica; luego pusieron a otro en su
lugar al estilo de los siervos envidiosos, que arrebatan por la fuerza a su
dueño la heredad propia e indignamente se la dan a otro. Son también semejantes
a un mal padre, que arrebata su hija al legítimo esposo y para entregársela a
otro. "Cambiaron - dice el Salmista - su gloria por la imagen de un
becerro". A los que tal hacen los reprende el sabio con estas palabras:
"No entregues tu honor a los extraños". Los devotos peregrinos
extranjeros y nacionales que allí llegan, creen encontrar el cuerpo de San
Leonardo de Limoges, al cual veneran, y, sin saberlo, hallan a otro por él.
Quienquiera que obre milagros en Corbigny, lo que es cierto es que quien libera
a los cautivos y les conduce a Corbigny es San Leonardo de Limoges, por más que
haya sido desposeído del patronazgo de aquella iglesia. De donde en doble culpa
incurren los monjes de Corbigny, porque no veneran a quien con sus milagros les
enriquece y no celebran su culto; segundo, en su lugar dar indebidamente culto
a otro.
Así pues, la divina
clemencia ya extendió por todo lo ancho y largo del orbe la fama de San
Leonardo de Limoges, confesor, cuya poderosísima virtud saca de las cárceles a
incontables millares de cautivos, cuyas cadenas de hierro, más bárbaras de los
que decirse pueda, unidas a millares, están colgadas en testimonio de tantos
milagros, alrededor de su basílica, por dentro y por fuera, a derecha e
izquierda. Si en ella vieses los postes cargados de tantas y tan terribles
cadenas, te admirarías más de lo que decirse puede. Pues allí penden, en
efecto, esposas de hierro, argollas, cadenas, grilletes, cepos, lazos,
cerrojos, yugos, yelmos, hoces y diversos instrumentos de los que con su poderosa
virtud libró a los cautivos el potentísimo confesor de Cristo.
Otro motivo de
admirarle es que solía aparecerse en forma humana en las mazmorras, incluso
allende los mares, a los que sufrían cautiverio, según atestiguan aquellos
mismos a quienes por el divino poder liberó. Bellamente se cumplió en él lo que
el profeta divino vaticinó al decir: "Con frecuencia liberó a quienes
yacían sentados en las tinieblas y en las sombras de la muerte, aherrojados en
la miseria y las cadenas. En medio de su tribulación acudieron a él que les
libró de sus angustias. Los apartó del camino de la iniquidad, pues rompió las
puertas de bronce y quebró sus cerrojos de hierro. Liberó a los encadenados con
grilletes y a muchos nobles con esposas de hierro". Muchas a veces también
los cristianos han ido a parar, encadenados, a manos de los gentiles, este el
caso de Bohemundo (29), quedando así sometidos a quienes les odian, sufriendo
tribulaciones de sus enemigos, y humillados bajo sus manos. Más San Leonardo
los ha liberado muchas veces, los ha sacado de las tinieblas y de la sombra de
la muerte, y ha roto sus ligaduras. A quienes están presos les dice:
"Salid", y a los que están en las tinieblas: "Venid a la
luz". Su sagrada fiesta se celebran el 6 de noviembre.
Después de San
Leonardo, se ha de visitar, en la ciudad de Périgueux (30), el cuerpo de San
Frontón, obispo y confesor, que, consagrado con la orden pontificial en Roma
por el apóstol San Pedro, fue enviado con cierto presbítero llamado Jorge a
predicar a dicha ciudad. Y habiendo emprendido juntos la marcha, muerto Jorge
en el camino y enterrado, volviendo junto al apóstol le contó San Frontón la
muerte de su compañero. San Pedro le entregó su báculo diciéndole: "Pon
este báculo mío sobre el cuerpo de tu compañero diciéndole: ''Por aquel mandato
que recibiste del Apóstol, en nombre de Cristo levántate y cúmplela''".
Y así se hizo. Por el
báculo del apóstol San Fronton recobró de la muerte a su compañero de
expedición, y convirtió al cristianismo con su predicación la citada ciudad,
ilustrándola con numerosos milagros. Tras su santa muerte en ella, recibió
sepultura en la basílica que bajo su advocación se construyó, en la cual, por
concesión divina, se otorgan muchos beneficios a quienes le invocan. Hay
quienes dicen que San Frontón formó parte del grupo de los discípulos de
Cristo. Su sepulcro, que no se asemeja al de ningún otro santo, resulta
perfectísimamente redondo, como el del Señor, y aventaja a todos los sepulcros
de los demás santos por la belleza de su admirable fábrica. Su sagrada fiesta
se celebra el 25 de octubre.
A su vez, quienes se
dirigen a Santiago por el camino de Tours, deben visitar en la iglesia de la
Santa Cruz de la ciudad de Orleáns (32), el Lignum Crucis y el cáliz de San
Evurcio (31), obispo y confesor. Pues mientras cierto día celebraba misa San
Evurcio, a la vista de los que allí estaban apareció en lo alto del altar la
mano derecha del Señor, en carne y hueso, y cuanto el celebrante hacía sobre el
altar, lo hacía ella misma; cuando el oficiante hacía señal de la cruz sobre el
pan y el cáliz, lo hacía aquella igualmente, y, al elevar la hostia o el cáliz,
también la propia mano de Dios de igual modo, elevaba el verdadero pan y el
cáliz. Concluido el sacrificio, despareció la piadosísima mano del Salvador. De
donde se nos da a entender que, sea quien sea el sacerdote que canta la misa,
es el mismo Cristo quien la canta. Por lo que el doctor San Fulgencio dice:
"No es un hombre quien consagra el cuerpo y la sangre de Cristo, sino el
mismo Cristo, que por nosotros fue crucificado". Y San Isidoro dice así:
"Ni se hace mejor por la bondad del buen sacerdote, ni peor por la maldad
del malo". En la iglesia de la Santa Cruz, para la comunión se usa
habitualmente este cáliz, siempre que lo pidan los fieles.
De igual modo en esta
ciudad se ha de visitar el cuerpo de San Evurcio, obispo y confesor. Y también
en la misma ciudad, en la iglesia de San Sansón, se ha de visitar el cuchillo
que verdaderamente se usó en la última cena del Señor.
También se ha de
visitar en el mismo camino, a orillas del Loira, el glorioso cuerpo de San
Martín (33), obispo y confesor, a quien se atribuye haber resucitado a tres
muertos, y de quien se cuenta que devolvió la ansiada salud a leprosos,
energúmenos, locos, erráticos, lunáticos y demoníacos, y demás enfermos. El
sarcófago, en el que, junto a la ciudad de Tours (34), reposan sus sagrados
restos, refulge con gran cantidad de oro y plata y piedras preciosas, y
resplandece con frecuentes milagros. Sobre él se levanta una enorme basílica
(35) de admirable fabrica, puesta bajo su advocación a semejanza de la de
Santiago. A ella acuden los enfermos y se curan, los endemoniados quedan
libres, los ciegos ven, los paralíticos se yerguen y toda clase de enfermedades
sana, por lo que su excelsa fama se ha difundido por todas partes con dignas
alabanzas, para gloria de Cristo. Su festividad se celebra el 11 de noviembre.
Luego ha de
visitarse, en la ciudad de Poitiers, el santísimo cuerpo de San Hilario (36),
obispo y confesor. Este santo, entre otros milagros, derrotó, lleno de virtud
de Dios, la herejía arriana, y nos enseñó a mantener la unidad de la fe. Y el
hereje Arrio no pudiendo soportar sus sagradas enseñanzas, abandonó el
Concilio, y murió feamente en las letrinas aquejado de una espantosa
descomposición de vientre. Además, la tierra, elevándose debajo de San Hilario
prestándole asiento. Con su sola voz hizo saltar los cerrojos de las puertas
del Concilio; por la fe católica permaneció desterrado en una isla de Frisia (37)
durante cuatro años: En Potiers; a una madre que lloraba, le devolvió su hijo,
muerto prematuramente con doble muerte (38). Su sepultura, en la que descansan
sus sacratísimos y venerables huesos, está adornada con abundante oro, plata y
piedras preciosas, y su basílica, enorme y espléndida, es venerada por sus
frecuentes milagros. Su sagrada solemnidad se celebra el 13 de enero (39).
Asimismo ha de ser
visitada la venerable cabeza de San Juan Bautista (40), traída de manos de unos
religiosos desde tierras de Jerusalén hasta un lugar que se llama Angély, en
tierras de Poitou, donde un gran basílica de admirable traza se levanta bajo su
advocación, en la cual la santísima cabeza es venerada día y noche por un coro
de cien monjes, y se ve esclarecida con innumerables milagros. Durante su
traslado esta cabeza obró innumerable milagros por tierra y mar. Pues en el mar
ahuyentó muchos peligros de la navegación, y en tierra, según relata el códice
de su traslado, volvió a la vida a algunos muertos. Por lo cual se cree que
aquél, es con toda certeza la cabeza auténtica del venerable Precursor. Su
invención tuvo lugar el 24 de febrero, en tiempos del emperador Marciano (41),
cuando el mismo Precursor reveló primero a dos monjes el lugar en el que su
cabeza yacía escondida.
Camino de Santiago
han de visitar devotamente los peregrinos, en la ciudad de Saintes, el cuerpo
de San Eutropio, obispo y mártir, cuya sagrada pasión escribió en griego San
Dionisio, compañero suyo y obispo de París, enviándoselo luego por mediación
del Papa San Clemente, a sus padres en Grecia, los cuales ya creían en Cristo.
Esta exposición de su martirio la encontré hace tiempo en una escuela griega de
Constantinopla, en cierto códice que contenía los martirios de muchos santos
mártires, y lo traduje, lo mejor que pude, del griego al latín, para gloria de
Nuestro Señor Jesucristo y de su santo mártir Eutropio. Comenzaba así:
"Dionisio, obispo de los francos, griego por su
prosapia, al reverendísimo Papa Clemente, salud en Cristo. Os notificamos que
Eutropio, a quien enviasteis conmigo a predicar el nombre de Cristo en estas
tierras, ha recibido de manos de los infieles la corona del martirio por la fe
del Señor en la ciudad de Saintes. Por lo cual suplico humildemente a Vuestra
Paternidad que no dilatéis enviar, lo más rápidamente posible a mis parientes,
conocidos y fieles amigos de las tierras de Grecia, y especialmente de Atenas,
este códice de su pasión, para que ellos y los demás, que en otro tiempo
recibieron junto conmigo del apóstol San Pablo las aguas de la nueva
regeneración, al oír que un glorioso mártir ha sufrido cruel muerte por la fe
de Cristo, se alegren de haber sufrido tribulaciones y sufrimientos por el
nombre de Cristo. Y si por casualidad recibiesen de la furia de los gentiles
algún tipo de martirio, sepan aceptarlo pacientemente por Cristo, y no lo teman
en exceso. Pues todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo es necesario
que padezcan oprobios de los impíos y de los herejes, y que sean despreciados
como locos y necios. Porque conviene que entremos en el reino de Dios mediante
muchas tribulaciones."
Lejos en cuerpo de ti, pero próximo en alma y deseos,
Dígote aquí un "sigue bienadiós" que para siempre
sea". (42)
El glorioso mártir de
Cristo Eutropio, amable obispo de Saintes, nacido de la estirpe gentil de los
persas, fue oriundo de la más excelsa prosapia de todo el mundo; pues lo
engendró según la carne, de la reina Guiva, el emir de Babilonia llamado
Jerjes. Nadie pudo ser más sublime que él en linaje, ni más humilde en fe y
obras después de su conversión. Educóse en su infancia, en la cultura caldea y
griega, igualándose en prudencia y sabiduría a los más altos personajes de todo
el reino. Deseando comprobar si en la corte del rey Herodes había alguien con más
curiosidad que él, o algo desconocido para él, se dirigió a Galilea.
Durante el tiempo que
permaneció en la corte, le llego el rumor de los milagros del Salvador, y se
puso a buscarle de ciudad en ciudad. Encontrándole cuando marchaba a la orilla
opuesta del mar de Galilea, es decir, Tiberíades, con una incontable muchedumbre
de gente que le seguía, atraída por sus milagros. Entonces, por disposición de
la divina gracia, aconteció aquel día que el Salvador, en su inefable largueza,
y estando presente Eutropio, sació con cinco panes y dos peces a cinco mil
personas. A la vista de este milagro y oída la fama de todos los demás,
creyendo ya el joven Eutropio un poco en El, y deseando hablarle, no se atrevía
porque temía la severidad de su preceptor Nicanor, a quien su padre, el emir,
había confiado su custodia.
Sin embargo, saciado
con el pan de la gracia divina, se dirigió a Jerusalén y, adorando al Señor en
el templo, a la manera de los gentiles, regresó a la casa de su padre, a quien
comenzó a narrarle todo lo que atentamente había visto en la tierra de donde
venía, de esta manera:
"He visto -dijo- a un hombre llamado Cristo, a quien en
todo el mundo no puede hallársele semejante. Da la vida a los muertos, la
limpieza a los leprosos, la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el vigor
perdido a los paralíticos y la salud a toda clase de enfermos. ¿Que más? Ante
mis ojos sació con cinco panes y dos peces a cinco mil hombres. Y con las
sobras llenaron sus discípulos doce cestos. Donde él está no puede haber lugar
para el hambre, el frío o la muerte. Si el Creador del cielo y de la tierra se
dignase enviarle a nuestro país, ojalá te dignases bríndale el debido
honor".
Oyendo, pues, el emir
estas cosas y otras semejantes de su hijo, planeaba en silencio cómo podría
verle. Poco tiempo después, apenas conseguida licencia del rey, deseando el
muchacho ver al Señor de nuevo, marchó a Jerusalén para orar en el templo. Le
acompañaba Warradac (43), general de los ejércitos, y Nicanor, camarero del
real y preceptor del niño, y otros muchos nobles que el emir le había asignado
para su custodia. Cierto día, al volver éste del templo, encontróse a las
puertas de Jerusalén con el Señor, que volvía de Betania, donde había
resucitado a Lázaro, entre innumerables turbas que confluían de todas partes.
Viendo como los hijos de los hebreos y otras multitudes de gentiles, saliéndole
al encuentro, extendiendo flores y ramas de palmeros, olivos y otros árboles
por el camino por donde había de pasar, a modo de alfombra, y gritando
"¡Hosanna el hijo de David!", alegrándose de modo indecible, se puso
solícitamente a extender flores afanosamente ante él. Entonces supo por algunos
que El había resucitado de entre los muertos a Lázaro, a los cuatro días de
fallecido, y se alegró más aún. Pero, como la excesiva multitud de gentes que
afluían por doquier no le dejaban ver bien al Salvador, comenzó a entristecerse
sobremanera, pues se contaba él entre aquellos de quienes testifica Juan en su
Evangelio, diciendo: "Había, pues, algunos gentiles (44) entre los que
habían venido para adorar en el día de la fiesta, los cuales se acercaron a
Felipe, que era de la ciudad de Betsaida, y le dijeron: Señor, queremos ver a
Jesús"... Y Felipe, en compañía de Andrés, lo comunicó al Señor y
enseguida San Eutropio con sus acompañantes, lo pudo contemplar abiertamente y
con gran alegría comenzó a creer en El ocultamente.
Por último se le unió
del todo, pero temía la opinión de sus compañeros, a quienes su padre había
encargado taxativamente que lo protegiesen eficazmente y le devolviesen a su
lado. Entonces supo por algunos que los judíos iban a dar muerte al Salvador y,
no queriendo contemplar la muerte de tan gran hombre, partió de Jerusalén al
día siguiente. Y habiendo regresado al lado de su padre contó cuidadosamente a
todos, punto por punto, en su patria, cuanto del Salvador había visto en
tierras de Jerusalén.
Tras una breve
estancia en Babilonia, ansioso de unirse por completo al Salvador y creyéndole
todavía vivo corporalmente, volvió de nuevo a Jerusalén, a los cuarenta y cinco
días, con un escudero, sin saberlo su padre. Cuando oyó que el Señor al que
ocultamente amaba había sido crucificado y muerto por los judíos, mucho se
dolió, más al saber que había resucitado de entre los muertos, que se había
aparecido a sus discípulos y que triunfalmente había ascendido a los cielos,
comenzó a alegrarse mucho. Finalmente, unido a los discípulos del Señor el día
de Pentecostés, supo con todo detalle por ellos cómo el Espíritu Santo había
descendido sobre ellos en forma de lenguas de fuego, había colmado sus
corazones y les había enseñado toda clase de lenguas.
Lleno del Espíritu
Santo regresó a Babilonia y enardecido de amor a Cristo, pasó por la espada a
los judíos que encontró en su patria, en castigo por aquellos que en Jerusalén
habían condenado a muerte al Señor. Y pasado algún tiempo, al distribuirse los
discípulos del Señor hacia las diversas regiones de la tierra, por disposición
divina aquellos dos candelabros de oro, radiantes de fe, a saber, los apóstoles
del Señor Simón y Tadeo, se dirigieron a Persia. Llegados a Babilonia,
expulsaron de sus confines a los magos Zaroen y Arfaxat, que con vacías
palabras apartaban a las gentes de la fe. Ambos comenzaron a esparcir por
doquier las semillas de la vida eterna y a brillar con toda suerte de milagros.
Alegre por su llegada, el santo niño Eutropio, incitaba al rey a abandonar los
falsos ídolos de los gentiles, para abrazar la fe cristiana, por la que
merecería alcanzar el reino de los cielos. ¿Y a qué más? Enseguida, por la
predicación apostólica, el rey y su hijo con grandísimo número de ciudadanos de
Babilonia se regeneraron con la gracia del bautismo, recibido de las manos de
los mismos apóstoles. Por último, convertida a la fe del Señor; toda la ciudad,
los apóstoles constituyeron la iglesia con toda su jerarquías: A Abdías, hombre
de confianza, imbuido de la doctrina evangélica, a quien habían traído consigo
de Jerusalén, le ordenaron obispo del pueblo cristiano, así como a Eutropio
archidiácono, y marcharon a predicar la palabra de Dios a otras ciudades. No
mucho tiempo después remataron en otro lugar la vida presente por medio del
triunfo del martirio.
San Eutropio escribió
en caldeo y en griego su pasión y, habiendo oído la fama de los milagros y
prodigios de San Pedro, príncipe de los apóstoles, que por entonces ejercía en
Roma los deberes del apostolado, renunciando por completo al mundo y recibida
con licencia de su obispo, pero a espaldas de su padre, marchó a Roma. Fue
recibido amablemente por San Pedro, instruido por él en los preceptos del Señor
habiendo pasado a su lado algún tiempo, hasta que por mandato y recomendación
de San Pedro emprende con otros hermanos la evangelización de la Galia.
Al entrar en la
ciudad llamada Saintes, hallándola muy bien guarnecida en todo su perímetro de
antiguas murallas, adornada con altas torres, en un excelente emplazamiento, de
una proporción y dimensiones adecuadas, abundante en toda suerte de riquezas y
provisiones, colmada de hermosos prados y de claras fuentes; atravesada por un
gran río, rodeada de fértiles huertos, pomaradas y viñedos; envuelta en
saludable atmósfera, de amenas plazas y calles atractivas por muchos encantos.
Comenzó San Eutropio en su celoso afán, a pensar que Dios se dignaría convertir
el error de los gentiles y del culto de los ídolos a una ciudad tan bella y tan
notable y someterla a la ley de Cristo.
Así, pues, andando
por sus plazas y calles predicaba constantemente la palabra de Dios. En cuanto
se percataron los ciudadanos de Saintes, que aquel hombre era extranjero y
oyeron en su predicación las palabras Santísima Trinidad y bautismo, hasta
entonces desconocidas para ellos, llenos de indignación le expulsaron de la
ciudad, tras quemarle con teas y azotarle cruelmente con enormes varas.
Soportando pacientemente esta persecución, se construyó en un monte cerca de la
ciudad una cabaña de troncos, en la que moró largo tiempo. Durante el día
predicaba en la ciudad, y la noche la pasaba en la choza en medio de vigilias,
oraciones y lágrimas.
Al no conseguir
convertir al cristianismo, tras un larguísimo período de tiempo, más que a unas
pocas personas, recordó el mandato del Señor: "Si algunos no os recibieren
o no escucharen vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella
ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies". Entonces volvió de nuevo a Roma
en donde, crucificado ya San Pedro, y recibió de San Clemente, que ya era Papa,
la orden de regresar a la citada ciudad y, predicando las enseñanzas del Señor,
aguardase en ella la corona del martirio. Finalmente, recibido el orden
episcopal del mismo Papa junto con San Dionisio, que desde Grecia había ido a
Roma, y con los demás hermanos que el mismo san Clemente enviaba a predicar a
la Galia, llegó a Auxerre (45). Allí despidiéndose con abrazos de divino amor y
lacrimosos saludos, marchó San Dionisio con sus compañeros a la ciudad de
París, y San Eutropio, volvió a Saintes fortalecido en su ánimo a sufrir el
martirio y lleno de cristiano celo, se fortaleció a sí mismo diciendo: "El
señor es mi ayuda, no temeré lo que me haga el hombre." "Aunque los
perseguidores maten mi cuerpo no pueden matar mi alma." "La piel por
piel! Cuanto el hombre tiene lo dará gustoso por su alma".
Entonces, entrando
constantemente en la ciudad, predicaba como un loco la fe del señor,
insistiendo a tiempo y a destiempo y enseñando a todos la Encarnación, Pasión,
Resurrección y Ascensión de Cristo, con los demás sufrimientos que se dignó
afrontar por la salvación del género humano. Proclamaba además a todos, que
solo puede entrar en el reino de Dios quien hubiera renacido por el agua y el
Espíritu Santo. Por las noches se albergaba en la citada cabaña, como
anteriormente. Así, pues, con su predicación y la pronta asistencia de la
divina gracia, fueron bautizados por él muchos paganos de aquella ciudad.
Entre ellos se
regeneró con las aguas bautismales una hija del rey de la misma, llamada
Eustella. Al saberlo su padre, abominó de ella y la expulsó de la ciudad. Más
ella, consciente de que había sido expulsada por amor de Cristo, se fue a vivir
junto a la choza del santo varón. El padre, afligido por el amor de su hija, le
envió frecuentes mensajeros para que volviese a casa, pero ella respondió que
prefería vivir fuera de la ciudad por amor de Cristo que volver a ella y
contaminarse con la idolatría.
Preso de cólera su
padre, convoca a los sicarios de toda la ciudad en numero de ciento cincuenta,
y les ordena dar muerte a San Eutropio y a traerle a la muchacha a casa. El día
30 de abril, acompañados de una multitud de gentiles, se llegaron los verdugos
a la choza del santo varón donde primero le lapidaron, azotándole luego desnudo
con palos y correas plomeadas, para darle finalmente muerte, cortándole la
cabeza con segures y hachas. La muchacha, por su parte, en unión de algunos
cristianos, le enterró por la noche en su cabaña y, durante toda su vida no
dejó de venerarle con continuas vigilias, luminarias y santas exequias. Al
partir de este mundo con santa muerte, ordenó que la sepultaran junto al
sepulcro de su maestro, en un campo libre suyo. Más tarde, sobre el santísimo
cuerpo de San Eutropio levantaron los cristianos en su honor y bajo la
advocación de la santísima e individua Trinidad una gran iglesia de admirable
traza, en la que muchas veces se curan los enfermos de toda clase de
enfermedades, se yerguen los paralíticos, los ciegos recobran la vista y los
sordos el oído, los endemoniados quedan libres, y se presta una salvadora ayuda
a todos los que de corazón la pidieren. Sobre sus muros suspenden los presos
las cadenas de hierro, las argollas, y otros varios instrumentos de diversa
naturaleza, de los que San Eutropio libró a los atados con ellos. Que él mismo,
pues, con sus dignos méritos y súplicas nos consiga el perdón de Dios, nos
purifique de nuestros pecados, avive en nosotros las virtudes, encamine
nuestras vidas, en el peligro de la muerte nos arranque de las bocas del
infierno, en el juicio final aplaque la tremenda ira del eterno Juez, y nos
conduzca al excelso reino de los cielos. Con la gracia de nuestro Señor
Jesucristo que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, Dios, por los
infinitos siglos de los siglos. Amén.
A continuación en la
costa, junto a Blaye, se ha de pedir la protección de San Román (46), en cuya
iglesia descansa el cuerpo del bienaventurado mártir Roldán, quien siendo de
noble linaje, a saber, conde del rey Carlomagno, uno de los doce pares, que animado
por el celo de la fe, penetró en España para combatir a los pueblos infieles.
Tenía tanta fuerza que, según se cuenta, en Roncesvalles, partió por medio un
peñasco de arriba a bajo con tres golpes de su espada, e igualmente rajó por
medio su trompa haciéndola sonar con el aire de su pecho. Su trompa de marfil,
hendida, está en la iglesia de San Severino (47) en la ciudad de Burdeos, y
sobre el peñasco de Roncesvalles se levanta una iglesia.
Después de haber
ganado Roldán numerosas batallas contra los reyes gentiles, y de haber sufrido
la fatiga del hambre, del frío y de los excesivos calores, víctima, por amor de
Dios, de durísimos golpes y constantes heridas, herido con flechas y lanzas, se
cuenta que por último murió de sed en el referido valle, como insigne mártir de
Cristo. Sus propios compañeros enterraron con digna veneración su sacratísimo
cuerpo en la iglesia de San Román en Blaye.
A continuación, en la
ciudad de Burdeos, ha de visitarse el cuerpo de San Severino (48), obispo y
confesor. Cuya festividad se celebra el 23 de octubre (49).
Igualmente se han de
visitar en las Landas de Burdeos, en la villa que se llama Belín, los cuerpos
de los santos mártires Oliveros, Gandelbodo, rey de Frisia, Ogiero, rey de
Dacia, Arestiano, rey de Bretaña, Garín, duque de Lorena, y de otros muchos
guerreros de Carlomagno, que, tras derrotar a los ejércitos paganos, fueron
muertos en España, por la fe de Cristo. Cuyos preciosos cuerpos llevaron sus
compañeros hasta Belín y los enterraron allí respetuosamente. Yacen, pues,
todos juntos en un único sepulcro del cual se exhala un suavísimo aroma que
cura a los que lo aspiran.
A continuación, en
España hay que visitar el cuerpo de Santo Domingo, confesor, que construyó el
tramo de calzada en el cual reposa, entre la ciudad de Nájera y Redecilla del
Camino.
Hay que visitar
también los cuerpos de los santos mártires Facundo y Primitivo, cuya basílica
levantó Carlomagno. Junto a la villa de éstos se encuentran la alameda en la
que se dice que reverdecieron las astas de las lanzas de los guerreros,
clavadas en el suelo. Se celebra su solemnidad el 27 de noviembre.
Luego, en la ciudad
de León, se ha de visitar el venerable cuerpo de San Isidoro (50), obispo,
confesor y doctor, que instituyó una piadosa regla para los clérigos de su
iglesia, y que ilustró a los españoles con sus doctrinas y honró a toda la
Santa Iglesia con sus florecientes escritos.
Finalmente, en la
ciudad de Compostela se ha de visitar, con sumo cuidado y devoción el cuerpo
del dignísimo apóstol Santiago.
Que todos estos
santos, con todos los demás santos de Dios, nos asistan con sus méritos y
súplicas ante Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo
vive y reina, Dios por los infinitos siglos de los siglos. Amén.
(1)San Trófimo, obispo de Arlés en el siglo I, dió su nombre a
la catedral, de la cual se remontan ciertas partes a la época de la Guía; más
no se trata del mismo Trófimo mencionado por San Pablo en su Epístola II a
Timoteo 4, 20.
(2)San Zósimo, papa (417-18) y autor de epístolas acerca de los
privilegios de la iglesia de Arlés y otros asuntos.
(3)San Cesáreo, arzobispo de Arlés hacia 502-43 y el mayor
predicador popular de la Iglesia latina, fundó un monasterio de monjas con su
hermana abadesa y bajo una regla suya. Su festividad cae el 27 de agosto. El 1º
de noviembre se celebra el martirio de otros dos santos del mismo nombre, San
Cesáreo de Terracina y San Cesáreo de Damasco.
(4)San Honorato de Lerins (t 429), fundador en esta isla,
frente a Cannes, de un monasterio y de una escuela que gozaron de gran fama, y
obispo de Arlés. Su discípulo y sucesor Hilario de Arlés fué biógrafo. Existe
aún en Aliscamps la iglesia de San Honorato (y San Ginés) con muros
carolingios, aunque reformada varias veces.
(5)San Ginés, soldado y escribano en Arlés, martirizado un 25
de agosto a principios del siglo IV; pero hay otro San Ginés, actor y mártir
bajo Diocleciano -patrono de los actores-, y un tercero, confesor, cuyos restos
descansan cerca de Cartagena, lo cual explica la confusión del texto.
(6)Trinquetaille (Trenquatalla) es un "faubourg" de
Arlés, según Bédier y Mlle. Vielliard, quie añade que la columna estuvo en su
sitio hasta 1806 y dió a la iglesia el nombre de Saint-Genès de la Colonne, y
cita sobre la difusión del culto del santo y sus homónimos en Francia, Italia y
en particular España.
(7)Se traduce por vaso la palabra cypho que está seguramente
por scypo; pero según Gómez-Moreno cipho designaba un canuto para sorber.
(8)El cementerio de Aliscamps (Aliscampis) databa de la época
romana. Consagrado por San Trófimo, nació la creencia de que Jesucristo en
persona había aparecido en el momento de la cremonia por lo cual fué el lugar
apetecido por los cristianos de Arlés para sepultura. El gran número de
sepulcros en él reunidos dió origen a la leyenda de haber sido enterrado allí
un ejército, que tuvo dos manifestaciones: la de que allí yacían los guerreros
de Carlomagno, recogida aquí en el Libro IV (Turpín) al final del capítulo XXI,
y la de que allí habían tenido lugar sangrientas batallas contra los
sarracenos, que encontró eco literario en la Chanson des Aliscans,
perteneciente al ciclo de Guillermo de Orange.
(9)El texto de la edición latina dice dictatu intelligibili,
pero parece mejor el sentido de inintelligibili. En cuanto a su tradución
"dans une langue inintelligible" debe entenderse a lo más en sentido
de que estaban en un latín difícil de leer o de entender.
(10)Se alude a los incestuosos amores de Carlomagno que dieron
por fruto a Roldán, según la leyenda que pugna con la que le hace hijo de Berta
y Milón, y al legendario privilegio del santo para dispensar de la confesión.
(11)El texto de la edición latina dice Tedet memori quia narrare
nequeo y no resulta claro.
(12)Nimes, capital hoy del departamento del Gard, es la antigua
Nemausus, de cuyo florecimiento en la época romana dan fe los monumentos que
conserva y entre los cuales sobresalen el anfiteatro, el templo de Diana y la
famosa "Maison Carrée". Tuvo obispado en el siglo III.
(13)En latín son dos hexámetros y aquí van traducidos como un
dístico elegíaco. Los cuatro versos de más abajo forman dos dísticos elegíacos
y son leoninos de rima imperfecta, y traducidos como dos dísticos van.
(14)El texto latino dice trostee, genit. de trostera; pero se
traduce como si fuera tructa, por "trucha".
(15)Acerca de estas cuatro gentes observa Mlle. Vielliard lo
siguiente: Que los Acta Sanctorum, septiembre, I, 286, hablan de la especial
devoción de los húngaros a San Gil. Que no ha podido identificar a los
"camelleros" (Cammelarii del texto, "Chameliers", en su
traducción), y se pregunta si son verdaderamente conductores de camellos, como
cree el abate Nicolás, o habitantes de alguna localidad, por ejemplo
Chamaliéres o Saint-Camelle en el Aude. Esto parece más probable y en tal caso
habría que decir mejor "cameleses" o "camelanos", o cosa
parecida. Que los sansecuaneses (Sanctisequaninci,
"Saints-Séquanais"), que dicho abate traduce por
"Bourguignons", son más precisamente los habitantes de Saint -Seine;
pero hay varias localidades con este nombre y no se sabe cuál se gloriaba de
poseer las reliquias de San Gil. Que a los últimos (Constanciani Normanni) los
hace el mismo abate de "Constance", lo cual es inadmisible, aunque
tampoco sabe que Coutances (Manche) haya poseído o creído poseer el cuerpo del
santo.
(16)En la iglesia del Santo Sepulcro de Cambrai se veneraban las
reliquias de San Gil.
(17)Se identifica a este Felipe con Felipe Augusto, porque
"juraba por los huesos, el brazo, la lanza de Santiago", lo cual es
cronológicamente imposible, y no pudo ser otro que Felipe I (t 1108), pero nada
prueba que este rey hiciera peregrinación a Compostela.
(18)Guillermo de Aquitania, conde de Touluse y después monje de
Gellone tras haber guerreado victoriosamente contra los sarracenos (t
28-V-812). Es el Guillermo de Orange de las gestas.
(19)Los tres santos sufrieron el martirio de Agde, la antigua
Agatha, el año 304. Sus cuerpos descansaban en la abadía benedictina de
Saint-Thibéry, fundada hacia el 770 y destruída en la revolución. El río
Hérault baja los Cévennes y desagua en el Mediterráneo poco después de pasar
por Agde.
(20)San Saturnino predicó también en Pamplona y en Toledo. El
relato de su martirio es casi igual en la Légende Dorée de J. de Voragine. La
basílica de Saint-Sernin en Toulouse era la más amplia y grandiosa réplica de
la compostelana, con sus cinco naves.
(21)Santa Fé nació en Agen, aunque según otros en Portugal, y
fué martirizada en la persecución de Diocleciano a principios del siglo IV. El
P.Croisset dice que su cuerpo fué trasladado varios siglos después al
monasterio catalán de San Cugat del Vallés.
(22)Conques de Rouergue, departamento del Aveyron, centro
importante de devoción medieval con una abadía y una basílica en la cual han
querido ver algunos arqueólogos franceses el modelo de la de Santiago.
(23)San Maximino, primer obispo de Aix, uno de los setenta y dos
díscipulos del Señor mencionados por San Lucas, 10, 1 y 17.
(24)Aix, antigua capital de la Provenza, Aquae Sextiae de los
romanos, donde Mario derrotó a los teutones el año 102 a.de C. Está en el
departamento de Bouches-du-Rhône, cerca de Marsella.
(25)Badilón o San Badilón, monje quizá de Vézelay que, según las
tradiciones del monasterio, trasladó a él los restos de Santa María Magdalena
desde Jerusalén o desde Aix y que con el nombre de Bedelón aparece en la
canción de la gesta de Girara de Roussillon.
(26)San Leonardo, confesor, perteneciente a una noble familia de
la corte de Clodoveo.
(27)Corbigny, pueblo del departamento del Nièvre, que debió su
importancia a un monasterio benedictino fundado por Egila, abad de Flavigny
(864). Dependió de aquí al principio, pero a fines del siglo XI se constituyó
en abadía que fue reconocida definitivamente a principios del siglo XII. Hacia
esta época se fija el traslado allí de los restos de San Leonardo, bajo cuya
advocación quedó el monasterio.
(28)Anjou, antigua provincia francesa cuyo nombre como el de su
capital Angers se remonta al pueblo galo de los Andecavi. En la Edad Media
constituyó un condado y luego un ducado que sucesivamente perteneció a la
corona inglesa y a la francesa y fue independiente, hasta que se incorporó
definitivamente al reino de Francia en 1480.
(29)Bohemundo, hijo de Roberto Guiscardo, príncipe de Antioquía
(t 1111), cayó en Oriente prisionero de los infieles en una expedición a
Mesopotamia y fue rescatado dos años después.
(30)Périgueux (Petragoricas) antigua capital de la tribu gala de
Petrocorii y luego de la provincia de Périgord, cuyo nombre como el de la
ciudad proceden del tribal, y actualmente del departamento del Dordoña. Fué
obispado desde el siglo IV y conserva, con otros restos arqueológicos, su
interesante catedral de cruz griega con los brazos cubiertos por cúpulas
bizantinas aparentes al exterior. Sobre San Forntón, obispo, y el presbítero
Jorge existe en el museo de Périgord un bajo relieve muy gastado que representa
a San Pedro dando a San Frontón el báculo pastoral y que decoraba el piñón de
la fachada de la iglesia del siglo XI.
(31)San Evurcio, quizá sea un obispo que algunos calendarios
flamencos conmemoran como el santo el 2 de febrero con el nombre de Euberto.
(32)Orleáns,capital hoy del departamento del Loiret, sobre el
codo del Loira, fué la antigua Cenabum cuya población fué casi aniquilada por
César por haber iniciado la gran sublevación del año 52 a.de C. con la matanza
de los comerciantes romanos. Reaparece luego con gran prosperidad y con el
nombre de Aurelianus o Aureliani, base del actual. Tiene obispado desde el
siglo IV y ha desempeñado importante papel en la historia de Francia,
especialmente durante la guerra de los Cien Años, cuando su nombre se unió para
siempre al de su libertadora Juana de Arco.
(33)San Martín, obispo de Tours y confesor (t 397), santo muy
popular por sus virtudes y milagros, cuya vida escribió y publicó a poco de su
muerte su gran amigo el historiador Sulpicio Severo, ha contribuído mucho a su
popularidad por haber dado origen a una literatura hagiográfica en torno suyo.
(34)Tours, antigua capital de los galos Turones que se llamó
Caesarodunum y tomó luego el nombre de la tribu, capital después de la Turena y
hoy del departamento del Indre-et-Loire
(35)San Martín era el más célebre y el más frecuentado de los
santuarios que los peregrinos encontraban en el más occidental de los caminos
de Santiago, el que pasaba por Tours, Poitiers, Saintes y Burdeos. La basílica
de San Martín hoy desaparecida fue el modelo común de las grandes iglesias de
peregrinación, incluídas Saint-Sernin de Toulouse y Santiago de Compostela.
(36)San Hilario, (¿310-367?), obispo de Poitiers de donde era
natural, confesor y primer doctor de la Iglesia latina. Fue llamado el
"San Atanasio de Occidente", por su lucha tenaz contra el arrianismo.
(37)A Frigia o por lo menos al Oriente fué desterrado San
Hilario al negarse a aceptar las fórmulas arrianas que pretendía imponer
Constancio (350-60).
(38)La muerte del cuerpo y del alma por haber muerto sin
bautismo.
(39)Actualmente la festividad de San Hilario se celebra el 14 de
enero, porque el 13, día de su muerte, coincidía con la octava de la Epifanía.
(40)Saint-Jean-d'Angély, departamento del Charente-Inférieure,
que surgió en el siglo XI al cobijo de la abadía allí existente y adquirió gran
prosperidad gracias a las peregrinaciones. En 1010 el abad Alduino anunció el
descubrimiento de la cabeza del Bautista y convocó a varios soberanos para el
acto de mostrarla a los fieles, al cual acudieron Roberto el Piadoso, de
Francia, Sancho el Mayor, de Navarra, y otros principes, condes y prelados;
pero ya el monje Ademar de Chabannes (988-1034) ponía en duda su autenticidad y
los Acta Sanctorum (junio IV, 754 ss.) la dan como una invención fabulosa.
(41)Parece referirse al emperador bizantino Marciano (450-57);
pero el P.Croisset pone este acontecimiento en tiempos de Constantino (306-337)
e indica la distribución de la reliquia.
(42)Los dos versos en latín son hexámetros leoninos y traducidos
un dístico elegíaco.
(43)Este general es el Baradach que aparece en la vida de San
Simón y San Judas Tadeo del P.Croisset.
(44)Las traduciones de Nácar-Colunga y Bover-Cantera dicen
"griegos" en vez de gentiles de la Vulgata, de acuerdo con el texto
griego; mas como en el Nuevo testamento los griegos se oponen a los judíos,
vienen a ser los gentiles.
(45)Auxerre (Autisiodorum), capital del departamento del Yonne.
Tuvo obispado desde mediado el siglo III y allí se celebró un concilio (578).
(46)San Román, díscipulo de San Martín y evangelizador de
Blavium, según cuenta Gregorio de Tours, fué enterrado allí a su muerte (385) y
pronto se le tuvo por patrón de los viajeros y marineros. Antes del 593 se
fundó en su honor en Blaye una abadía de agustinos que fué destruída por los
ingleses en 141 y la iglesia demolida por Luis XIV en 1676.
(47)La colegiata de San Severino o Saint-Seurin es una de las
más antiguas iglesias de Burdeos, edificada sobre un cementerio galo-romano. La
Chanson de Roland atribuye a Carlomagno el haber depositado en ella el
olifante, que según Turpín fué trasladado indignamente de San Román de Blaye.
(48)En esta misma iglesia entierra también a Oliveros y al
arzobispo Turpín la Chanson de Roland.
(49)San Severino, obispo de Burdeos hacia 410-420 y patrono de
la ciudad. Tuvo allí dedicada una abadía primero de benedictinos y después de
acnónigos regulares. Fué también obispo de Colonia.
(50)San Isidoro de Sevilla (570?-636), el ilustre metropolitano
hispalense, universalmente conocido por su enciclopédica labor literaria en que
recogió gran parte del saber antiguo y lo transmitió a la posteridad. En
Sevilla nació y murió, y fue allí sepultado en la iglesia de San Vicente; pero
en 1063 Fernando I trasladó sus restos a León donde erigió para albergarlos la
magnífica iglesia románica de su nombre.
Capítulo IX
Entre dos ríos, uno de los cuales se llama Sar y el otro
Sarela (2), está situada la ciudad de Compostela. El Sar se encuentra al
oriente, entre el Monte del Gozo y la ciudad; el Sarela al poniente. Siete son las
entradas (3) y puertas de la ciudad. La primera entrada se llama Puerta
Francesa; la segunda, Puerta de la Peña; la tercera, Puerta de Subfratribus; la
cuarta, Puerta del santo Peregrino, la quinta, Puerta Fajera, que conduce a
Padrón; la sexta, Puerta de Susannis; la séptima, Puerta de Mazarelos, por la
cual llega el precioso licor de baco a la ciudad (4).
Habitualmente se
cuentan en la ciudad diez iglesias, entre las que, situada en el centro,
resplandece gloriosa como la más importante, la del gloriosísimo apóstol
Santiago, el hijo del de Zebedeo; la segunda es la de San Pedro (5), apóstol,
que es abadía de monjes, situada junto al camino francés; la tercera es la de
San Miguel (6), llamada de la Cisterna; la cuarta, también abadía de monjes, es
la de san Martín obispo (7), llamada de Pinario; la quinta, es la de la
Santísima Trinidad (8), que es el cementerio de los peregrinos; la sexta es la
de la Santa Susana virgen (9), situada junto al camino de Padrón; la séptima es
la de San Félix (10), mártir; la octava la de San Benito (11); la novena, la de
San Pelayo (12), mártir, situada detrás de la iglesia de Santiago; la décima,
es la de Santa María Virgen (13), que está detrás de la de Santiago, y con
acceso directo a la misma catedral, entre el altar de San Nicolás y el de la
Santa Cruz.
La basílica de
Santiago tiene, pues de longitud, cincuenta y tres alzadas de hombre, a saber,
desde la puerta occidental hasta el altar del Salvador (14). De anchura, en
cambio, es decir, desde la Puerta Francesa hasta la del mediodía, tiene treinta
y nueve. Su altura por dentro mide catorce alzadas. Su longitud y su anchura
por fuera no hay quien pueda saberlo. La iglesia en sí consta de nueve naves en
la parte inferios y seis en la superior, y una capilla mayor, en la que se
halla situado el altar del Salvador (15), y una girola y cuerpo y con dos
brazos, y otras ocho capillas pequeñas más, cada una con su respectivo altar.
Planta de la Catedral De aquellas nueve naves, seis son
pequeñas y tres grandes. La primera nave, la principal, va desde la puerta
occidental hasta los pilares centrales, que en número de cuatro, sustentan toda
la iglesia, y tiene una navecita a la derecha y otra a la izquierda. A su vez
las otras dos naves grandes se hallan dispuestas en los dos brazos y la primera
de ellas se extiende desde la Puerta Francesa hasta la puerta meridional. Estas
naves tienen a su vez dos navecillas laterales. Las tres naves principales
alcanzan hasta el techo de la iglesia, mientras que las seis pequeñas alcanzan
sólo hasta las media cimbras. Las naves grandes tienen todas una anchura once
alzadas y media de hombre. La alzada de un hombre decimos que son justos ocho
palmosn (16). En la nave mayor hay 29 pilares: 14 a la derecha y otros tantos a
la izquierda, más otro en el interior, entre los dos portales, mirando al
aquilón (17), y el cual separa los ciborios. En las naves del crucero, por otro
lado, es decir, desde la puerta Francesa hasta la del mediodía, hay 26 pilares:
doce a la derecha y otros tantos a la izquierda, y dos delante de las puertas
en el interior, los cuales separan los ciborios y los portales. En el ábside
(18) de la iglesia hay otras ocho columnas exentas, en torno al altar de
Santiago. Las seis naves pequeñas de arriba, en el triforio de la iglesia, son
de la misma longitud y anchura que las correspondientes que están debajo de
ellas. Por uno de sus costados están soportados por muros, y por el otro por pilares
que desde las grandes naves, ascienden hasta lo alto, y por unos dobles
pilares, que son llamados por los canteros medias cindrias.
En las naves de
arriba hay tantos pilares como en las de abajo, y arriba, en el triforio,
tantos arcos fajones (19) como abajo. Pero en las naves del triforio, entre
pilar y pilar, hay siempre dos columnas juntas, llamadas cindrias por los
canteros.
En esta iglesia, en
fin, no se encuentra ninguna grieta ni defecto; está admirablemente construida,
es grande, espaciosa, luminosa, armoniosa, de conveniente tamaño, bien
proporcionada en anchura, longitud y altura, y de admirable e inefable fábrica.
Además tiene doble planta, como un palacio real. Quien recorre por arriba las
naves de triforio, aunque suba triste se anima y alegra al ver la espléndida
belleza de este templo.
Las vidrieras que hay
en la catedral alcanzan el número de 63. Sobre cada uno de los altares del
ábside, hay tres. En cambio, en el cielo de la basílica, en torno al altar de
Santiago hay cinco vidrieras por las que el altar del Apóstol recibe una
intensa iluminación. Y arriba, en el triforio, el número de vidrieras alcanza
43 (20).
Tres pórticos mayores
y siete pequeños tiene la iglesia: el primero, es decir, el principal, mira al
poniente, el segundo al mediodía, y el tercero al norte. En cada pórtico hay
dos entradas, y en cada una de ellas dos puertas. De los siete pórticos
pequeños, el primero se llama de Santa María; el segundo, de la Vía Sacra; el
tercero, de San Pelayo; el cuarto, de la Canónica; el quinto, de la Pedrera, el
sexto, igualmente de la Pedrera y el séptimo, de la Escuela de Gramáticos. Este
da acceso además al palacio arzobispal (21).
Cuando nosotros, los
de nación francesa, queremos entrar en la basílica del Apóstol, lo hacemos por
la puerta septentrional. Delante de esta entrada, junto al camino, se halla el
hospital de peregrinos pobres de Santiago, y a continuación, al otro lado de la
calle, se encuentra un atrio del que se baja por nueve peldaños. Al pie de la
escalera de este atrio, existe una admirable fuente que no tiene pareja en el
resto del mundo. Se asienta esta fuente sobre tres escalones de piedra, que
sostienen una hermosísima taza de piedra, de forma circular, y cóncava, a
manera de cubeta o cuenco, de tal tamaño que yo calculo que pueden cómodamente
bañarse quince hombres. En su centro reposa una columna de bronce, de fuerte
base heptagonal (22) y de una altura proporcionada. De su remate surgen cuatro
leones, de cuyas bocas salen cuatro chorros de agua, para mitigar la sed a los
peregrinos de y a los habitantes de la ciudad. Y estos chorros, después que
salen de la boca de los leones, caen en a la misma taza de abajo y desagua en
forma subterránea por un orificio perforado en ella. Y así ni se ve de donde
viene el agua ni a dónde va. Es un agua aquella dulce, nutritiva, sana, clara,
muy buena, templada en invierno y fresca en verano. En la columna de bronce,
bajo las garras de los leones, está grabado todo alrededor, en dos líneas, este
texto:
YO BERNARDO, TESORERO DE SANTIAGO (23), TRAJE AQUI ESTA AGUA
Y EJECUTE LA PRESENTE OBRA PARA REMEDIO DE MI ALMA Y DE LAS DE MIS PADRES, EL
DIA TERCERO DE LOS IDUS DE ABRIL DE LA ERA MCLX.
(24)Detrás de la fuente
está, según dijimos, el paraíso (atrio), pavimentado de piedra, en el que,
entre los emblemas de Santiago, se venden a los peregrinos las típicas conchas
(25). Se venden allí también botas de vino, zapatos, morrales de piel de
ciervo, bolsas, correas, cinturones y toda suerte de hierbas medicinales y
demás especias, así como otros muchos productos. Los cambiadores, los
hospederos y otros mercaderes están en la rua Francígena. La extensión el
paraíso es en ambos sentidos de un tiro de piedra.
Detrás de este atrio
(paraíso), se encuentra, pues, la puerta septentrional (26) o Francesa de la
basílica de Santiago, en la cual hay dos entradas, bellamente esculpidas con
los siguientes elementos: en cada entrada se encuentra, por la parte de fuera,
seis columnas, unas de mármol y otras de piedra, tres a la derecha y tres a la
izquierda, es decir, seis en una entrada y seis en la otra, lo que en total
hace doce. Sobre la columna adosada al muro que por la parte de fuera separa
los dos pórticos, está el Señor sentado en un trono de majestad, impartiendo la
bendición con la mano derecha y sosteniendo un libro con la izquierda.
Rodeando el trono, y
como sosteniéndolo, aparecen los cuatro evangelistas; a su derecha está
representado el paraíso, donde el Señor vuelve a aparecer reprendiendo por su
pecado a Adán y a Eva; y a la izquierda, en otra representación, expulsándolos
del paraíso. Allí mismo, hay representados por doquier innumerables imágenes de
santos, bestias, hombres, ángeles, mujeres, flores y demás criaturas, cuyo
significado y formas no podemos describir por su gran número. Sin embargo,
sobre la puerta de la izquierda, según entramos en la catedral, es decir, en el
tímpano, está representada la anunciación de la santísima Virgen María. Aparece
también el ángel Gabriel dirigiéndole la palabra, a la izquierda de la entrada
lateral, sobre las puertas, aparecen labrados los meses del año y otras muchas
hermosas alegorías (27). En las paredes hay en la parte de fuera, aparecen dos
enormes y feroces leones, uno a la derecha y otro a la izquierda, que miran
siempre a las puertas en actitud vigilante. Arriba, en las jambas, aparecen los
cuatro apóstoles sosteniendo cada uno en su mano izquierda sendos libros y con
las diestras elevadas impartiendo la bendición a los que entran en la catedral;
en la puerta de la izquierda, a la derecha, está Pedro, y a la izquierda,
Pablo; y en la entrada derecha, a la derecha, el apóstol Juan, y a la izquierda
Santiago. Además sobre las respectivas cabezas de los apóstoles aparecen
esculpidas unas cabezas de bueyes que sobresalen de los dinteles.
La puerta meridional
(28) de la basílica del Apóstol tiene, como hemos dicho, dos entradas y cuatro
hojas. En la entrada de la derecha, por la parte de fuera está esculpida, en
primer término, de modo admirable, sobre las puertas, el prendimiento del
Señor. Allí se le ve atado a la columna a manos de los judíos, y azotado con
correas, mientras Pilatos está sentado en su trono en actitud de juez. En la
franja siguiente, encima de la anterior, aparece la bienaventurada Virgen
María, madre de Dios, con su Hijo en Belén, y los tres Reyes que vienen con su
triple ofrenda a visitar al Niño y a la Madre, y la estrella y el ángel que les
advierte que no vuelvan al palacio de Herodes.
En las jambas de esta
misma entrada hay dos apóstoles, uno a la derecha y otro a la izquierda, a modo
de guardianes. Igualmente en la otra entrada de la izquierda, en las jambas se
entiende, hay otros dos apóstoles. En primer término de la misma entrada, sobre
las puertas, está esculpidas las tentaciones del Señor. En efecto, ante el
Señor aparecen unos horribles ángeles negros como monstruos, colocándole sobre
el pináculo del templo. Otros le presentan piedras, incitándole a que las
convierta en pan, mientras otros le muestran los reinos del mundo, insinuando
que se los darán si postrándose los adora, ¡cosa que no quiera Dios! Pero hay
también otros Ángeles blancos, es decir, buenos, a su espalda y por arriba.
adorándole con incensarios.
En el mismo pórtico
aparecen cuatro leones, uno a la derecha en una de las entradas, y otro a la
izquierda, en la otra. En la parte de alta del pilar, entre las dos entradas,
hay otros dos feroces leones, con las grupas apoyadas el uno contra el otro. En
el mismo pórtico hay además once columnas: cinco a la derecha, en la entrada de
la derecha, y otras tantas a la izquierda, en la entrada izquierda; mientras
que la undécima está entre las dos entradas, dividiendo los ciborios. Estas
columnas, unas de mármol, de piedra otras, están admirablemente esculpidas con
imágenes de flores, hombres, aves y animales. El mármol es de color blanco.
Y no se ha de echar
en el olvido que junto a la escena de las tentaciones del Señor, está
representada una mujer sosteniendo entre sus manos la cabeza putrefacta de su
amante, arrancada por su propio marido, quien la obliga a besarla dos veces por
día. ¡Grande y admirable castigo para contárnoslo a todos esta mujer adúltera!
En la zona superior,
sobre las cuatro puertas, hacia el triforio de la iglesia, resplandece con
hermosura un llamativo conjunto de piezas de blanco mármol. Aparece, en efecto,
allí el Señor en pie, San Pedro a su izquierda con las llaves en las manos,
Santiago a la derecha entre dos cipreses, y junto a él, San Juan. A derecha e
izquierda están los demás apóstoles. Así pues, el muro, por arriba y por abajo,
a derecha y a izquierda, está bellamente labrado con flores, hombres, santos,
bestias, aves, peces y otros motivos que no podemos describir. Finalmente,
sobre los ciborios (29), hay cuatro ángeles con sendas trompetas anunciando el
día del juicio.
La puerta occidental
(30) con sus dos entradas, aventaja a las demás en belleza, tamaño y arte. Es
mayor y más hermosa que las otras y está admirablemente labrada, desde fuera se
accede por numerosos peldaños y está decorada con columnas de mármol de
diversos tipos, con distintas representaciones y de varios estilos: hombres,
mujeres, animales, aves, santos, ángeles, flores y labores de adornos de
diversa índole.
Son tantos los
motivos que la decoran, que me es imposible describirlos. Sin embargo,
señalemos que en la parte de arriba se representa, admirablemente esculpida, la
transfiguración del Señor, tal cual sucedió en el monte Tabor. Aparece, en
efecto, en ella el Señor, envuelto en una blanca nube, con el rostro
resplandeciente como el sol, y la túnica brillándole como la nieve; el Padre le
habla desde loa alto, mientras que Moisés y Elías, que se le aparecieron al
tiempo, hablan con El de la muerte que había de afrontar en Jerusalén. Allí
aparecen también Santiago, Pedro y Juan, a quienes antes que a todos mostró el
Señor su Transfiguración con preferencia a los demás.
Nueve torres habrá en
este templo: dos sobre el pórtico de la fuente, otras dos sobre el pórtico del
mediodía, otras dos sobre el pórtico occidental, otras dos sobre cada una de
las escaleras de caracol (31), y otra mayor sobre el crucero en el centro de la
basílica. Gracias a ellas y a las demás bellísimas realizaciones, la catedral de
Santiago resplandece con gloriosa magnificencia. Está toda ella hecha de
poderosos bloques de piedras vivos, grisáceos y de una gran dureza como el
mármol; en su interior está decorada con diversas clases de pinturas y por
fuera muy bien cubierta con tejas y plomo (32). Pero de todo lo que hemos dicho
parte está completamente terminado y parte por terminar.
Los altares de este
templo (33) van por este orden: primero, junto a la puerta Francígena, que se
halla en la parte izquierda, está el altar de san Nicolás; después el de la
Santa Cruz; luego ya en el ábside el altar de Santa Fe, virgen; después, el de
San Juan apóstol y evangelista, hermano de Santiago; viene luego el altar del
Salvador, en la capilla mayor del ábside; Enseguida está el altar de San Pedro
apóstol; sigue el de San Juan Bautista. Entre el altar de Santiago y el del
Salvador está el de Santa María Magdalena (34), donde se cantan las misas
tempranas para los peregrinos. Arriba, en el triforio del templo, hay tres
altares: el principal dedicado a San Miguel arcángel; en la parte derecha, otro
dedicado a San Benito; y otro en la izquierda, el de los santos Pablo apóstol,
y Nicolás obispo. Es aquí donde se halla la capilla del arzobispo (35).
Pero puesto que hasta
aquí hemos tratado de las características del templo, trataremos ahora del
venerable altar del Apóstol. Pues en esta venerable basílica, es tradición que
descansa con todos los honores, el cuerpo venerado de Santiago, guardado en un
arca de mármol (36), en un magnífico sepulcro abovedado, trabajado
admirablemente y de conveniente amplitud, bajo el altar mayor, que se levanta
en su honor.
Este cuerpo se
encuentra también entre los inamovibles, según testimonio de San Teodomiro,
obispo de la ciudad, que fue quien en su día lo descubrió y en modo alguno pudo
moverlo. Ruborícense, pues, los émulos transpirenaicos, que afirman poseer una
parte de él o reliquias suyas. Porque el cuerpo del Apóstol se encuentra
íntegro allí, divinamente iluminado con celestiales carbunclos, honrado con fragantes
y divinos aromas que exhalan sin cesar, y adornado con refulgentes luminarias
celestes, y fervientemente agasajado por angélicos presentes.
Sobre su sepulcro hay
un pequeño altar, que, según se dice, fue levantado por sus discípulos, y que
por amor al Apóstol y a sus discípulos, nadie ha querido demoler después. Sobre
este se levanta un altar grande y maravilloso, de cinco palmos de altura, doce
de largo y siete de anchura. Estas medidas las he tomado yo con mis propias
manos. El altar menor está encerrado bajo el grande por tres lados, a saber,
por la derecha, por la izquierda, y por atrás, pero abierto por el frente, de
forma que, quitando el frontal de plata (37), se puede ver perfectamente el
altar viejo.
Si alguien, por
devoción a Santiago, quisiera regalar un mantel o un lienzo para cubrir su
altar, debe enviarlo de nueve palmos de ancho y veintiuno de largo. Pero si por
amor de Dios y devoción al Apóstol, alguien quiere regalarle un palio para
cubrir el altar por delante, procure que su anchura sea de siete palmos y trece
de ancho.
El frontal que cierra
el altar está bellamente trabajado en oro y plata. Tiene esculpido en su centro
el trono del Señor, rodeado por los veinticuatro ancianos, ordenados como San
Juan, hermano de Santiago, los vio en su Apocalipsis, a saber, doce a la
derecha y otros tantos a la izquierda, con cítaras y pomos de oro llenos de
perfumes en sus manos. En el centro está sentado el Señor, como en trono de
majestad, sosteniendo en la mano izquierda el libro de la vida y dando la
bendición con la derecha. En torno al trono, como sosteniéndolo, están los
cuatro evangelistas. Los doce apóstoles están ordenados a derecha e izquierda,
tres en la primera fila a la derecha y tres encima; igualmente hay tres en la
primera línea de abajo a la izquierda, y tres en la de arriba. Hay también
hermosas flores en derredor y entre los apóstoles muy bellas columnas. El
frontal, de bella y fina labor, en la parte alta tiene grabados estos versos:
Diego segundo, prelado que fue de Santiago, esta tabla
Hizo, cuando un quinquenio su episcopado cumplió,
Y del tesoro del Santo Apóstol setenta con cinco (38)
Marcos de plata, para coste de la obra contó.
En la parte baja, se
encuentra también esta inscripción:
Rey era entonces Alfonso, y su yerno el Conde Raimundo (39)
Cuando el prelado dicho tal obra a cabo llevó.
Ciborio de la Catedral El ciborio que cubre este venerado
altar está admirablemente decorado por dentro y por fuera con pinturas y
dibujos y con diversos adornos. Es cuadrado, descansa sobre cuatro columnas y
está hecho de altura y medidas proporcionadas. En el interior, en la primera
línea aparecen, en figuras de mujer, las ocho virtudes particulares que cita
San Pablo, dos en cada ángulo. Sobre sus cabezas, se yerguen ángeles con sus
manos alzadas que sostienen el trono que ocupa el remate del ciborio.
En el centro del
trono se sitúa el Cordero de Dios sosteniendo una cruz con su pie. Hay tantos
ángeles como virtudes. Por el exterior, en primer término, hay cuatro ángeles,
que con sus trompetas anuncian la resurrección del día del juicio. Dos están
delante, en una cara, y dos detrás, en la otra. A la misma altura hay cuatro
profetas, a saber; Moisés y Abraham en la cara izquierda, e Isaac y Jacob en la
derecha. Cada uno tiene en su mano una cartelas con su profecía particular. En
la fila superior están sentados en círculo los doce apóstoles. En la primera
cara, es decir, por delante, aparece sentado en el medio Santiago, que sostiene
un libro en la mano izquierda e impartiendo la bendición con derecha. A derecha
e izquierda tiene sendos apóstoles en la misma fila. De igual forma hay tres
apóstoles en el lado derecho del ciborio, tres a la izquierda y otros tres a
detrás.
Sobre la cubierta, se
sientan cuatro ángeles, como custodiando el altar, y en las cuatro esquinas del
ciborio, en el remate de la cubierta están esculpidos los cuatro evangelistas
con sus propios símbolos. Por dentro en está pintado el ciborio y por fuera
esculpido y pintado. En la cúspide, por el exterior, se remata en un triple
arco, en el que está esculpida la Divina Trinidad, En el primer arco, el que
mira a occidente, se levanta la persona del Padre; en el segundo, entre el
mediodía y el oriente, la del Hijo; y en el tercero, que mira al norte, la
persona del Espíritu Santo. Y sobre este remate descansa una bola de plata
resplandeciente sobre la que se alza una preciosa cruz.
Ante el altar de
Santiago penden, en honor de Cristo y del Apóstol, tres grandes lámparas de plata.
La del medio es grandísima y está admirablemente labrada en forma de gran
pebetero, teniendo siete depósitos, en representación de los siete dones del
Espíritu Santo, en los que se colocan siete luces; y los depósitos no reciben
sino aceite de bálsamo o de mirto o de mirobálano (40) o de oliva. El mayor de
los depósitos está en el centro de los demás. Y en cada uno de los otros seis
que le rodean, están esculpidas, por fuera, las imágenes de dos apóstoles. ¡Que
alma de Alfonso, rey de Aragón, quien, según se dice, fue quien las donó a
Santiago, descanse en paz eterna!.
En el altar de
Santiago nadie suele decir misa si no es obispo, arzobispo, Papa o cardenal de
la misma iglesia. Pues suele haber en esta basílica corrientemente siete
cardenales (41), los cuales celebran en el altar los divinos oficios. Creados y
reconocidos por muchos papas, han sido además confirmados por el papa Calixto,
nuestro señor. Esta dignidad, pues, que la catedral de Santiago tiene según
buena costumbre, nadie debe quitársela por amor al Apóstol.
Los maestros canteros
que emprendieron la construcción de la catedral de Santiago, se llamaban don
Bernardo el Viejo (42), maestro admirable, y Roberto, con otros cincuenta
canteros pocos más o menos que allí trabajaban asiduamente, bajo la solícita
dirección de don Wicarto, don Segredo, prior del cabildo, y el abad don
Gundesindo (43), durante el reinado de Alfonso, rey de las Españas, y durante
el obispado de don Diego I (44), esforzadísimo guerrero y generoso varón. El
templo se comenzó en la era MCXVI (año 1078) (45). Desde el esta fecha hasta la
muerte de Alfonso, valiente e ilustre rey de Aragón, se cuentan cincuenta y
nueve años; y hasta el asesinato de Enrique, rey de los Ingleses, sesenta y dos
años; y hasta el fallecimiento de Luis el Gordo rey de los francos, sesenta y
tres; y desde el año que se colocó la primera piedra en sus cimientos hasta
aquel en que se puso la última pasaron cuarenta y cuatro años.
Desde el tiempo en
que fue comenzada hasta hoy en día, este templo florece por el brillo de los
milagros de Santiago, pues en él, se concede la salud a los enfermos, se les
devuelve la vista a los ciegos, se les suelta la lengua a los mudos, se les
abre el oído a los sordos, se les da sana andadura a los cojos, se otorga la
liberación a los endemoniados, y lo que es más grande, se atienden las preces
de las gentes fieles, se abre al cielo a los que a él llaman, se da consuelo a
los tristes y todos los pueblos extranjeros de todos los climas del mundo
acuden allí en tropel, a presentar sus ofrendas en honor del Señor.
Y no ha de olvidarse
que el Papa Calixto, de buena memoria, transfirió desde Mérida (46), ciudad
metropolitana que estaba en tierra de sarracenos, la dignidad episcopal,
concediéndosela por devoción y amor del Apóstol a la iglesia de Santiago y a su
misma ciudad. Y como consecuencia ordenó y confirmó, como primer arzobispo de
la sede apostólica de Compostela, al nobilísimo Diego que con anterioridad era
obispo de Santiago.
(1)Aimerico, francés oriundo de Berry, nombrado cardenal por el
papa Calixto II en 1120 y que aparece como canciller en 1123. Hasta su muerte
en 1141 fué el confidente de tres papas, Calixto II, Honorio II e Inocencio II,
y siempre el protector en la curia romana del arzobispo Gelmírez. Hay cartas
suyas a éste en la Historia Compostelana.
(2)Entre el Sar y el Sarela está Compostela, se dice
vulgarmente. Ambos nacen a corta distancia de Santiago, dentro de su término
municipal: El Sar entre el castro de San Marcos (Monte del Gozo) y Meixonfrío,
el Sarela o río de los Sapos en la Peregrina, y confluyen también cerca de la
ciudad de Laraño. Cruza luego el Sar el poético valle de la Mahía y pasando
Iria y Padrón desemboca en el Ulla frente a Puentecesures.
(3)Estas puertas las identifica así López Ferreiro: la 1ª,
Puerta del Camino; la 2ª, Puerta de la Peña; la 3ª, Puerta de San Martín; la
4ª, Puerta de la Trinidad; la 5ª, Puerta de la Fajera; la 6ª, Puerta de la
Mámoa, y la 7ª, Puerta de Mazarelos o del Mercado. La 1ª (porta Francigena),
como lo indican sus nombres, era la entrada del "camino francés" y
estaba al final de la calle de las Casas Reales. La 2ª (porta Penne) estaba en
la calle de su nombre entre la del Hospitalillo y la Cuesta Vieja. La 3ª se
hallaba al final de la calle de San Francisco o sea bajo el monasterio de San
Martín Pinario, pero su nombre latino alude más bien a los fratres y sorores
que debían estar al servicio del antiguo Hospital de Santiago, que también
estaba por allí; en la versión gallega de este capítulo, publicada por
López-Aydillo en Os Miragres, figura como 6ª "a porta de San
Françisco", pero seguramente se trata de esta misma, porque en el siglo
XIV, cuando se hizo la versión, existía ya el convento de San Francisco fuera
de ella. La 4ª (porta de sancto Peregrino), que en dicha versión es la 3ª y
"do Santo Romeu, que vay para a Treydade", se encontraba al final de
la rampa que baja por delante del Gran Hospital hacia la calle de las Huertas
en cuya esquina con la de Carretas estaba la capilla de la Trinidad. La 5ª
(porta de Falgueriis, 4ª en la versión gallega y "de Fageiras") es
hoy la más conocida por ser la salida hacia la Alameda y la Herradura; pero su
nombre latino supone una forma falgueira, base del provenzal falgueira y
catalán falguera "helecho", que daría en gallego los mismo que en
provenzal y no fageira o su castellanización, fagera; parece, pues, tratarse de
una falsa latinización, ya que L.Ferreiro da también la forma faiariis, quizá
de fagus "haya". En una lámina del Viaje de Cosme de Médicis por
España (1668-69) con una vista de Santiago, se ve esta puerta con su arco de
medio punto entre dos torreones almenados, que fué demolida en el primer tercio
del siglo XIX. La 6ª se hallaba a la salida de la calle de las Huérfanas y su
nombre latino es también oscuro: quizá sea el bajo latín susannus
"baldío", el de la Mámoa, que le da ya la versión gallega, donde es
la 5ª, se referirá a alguna mámoa o montículo de tierra que cubría un dolmen.
La 7ª y última (porta de Macerellis y en la versión gallega "de
Maçarelas") es la única que hoy queda, el arco de la plazuela del
Instituto, que se llamó del Mercado Viejo y a esto alude el segundo nombre de
López Ferreiro; el primero y más conocido parace que lo llevó antiguamente la calle
del Cardenal Payá, que en dicha plazuela desemboca, y en sus formas masculina y
femenina lo llevan en Galicia algunos lugares; el arabismo español mazarí
"ladrillo" (procedente a su vez del bajo latín maceria
"argamasa, tapia"), de manera que "los macerelli (mazarelos)
serían ladrilleros".
(4)En cuanto al precioso vino (preciosus Baccus), tomamos el
adjetivo como epíteto del vino en general y no para distinguir el de más o
menos precio; y se supone que este vino vendría del valle del Ulla y de los Riberos
del Avia y del Miño, como ahora, y quizá de más lejos.
(5)Hoy iglesia de San Pedro de Fora en la Rúa de San Pedro,
fuera de la Puerta del Camino. Era un antiquísimo monasterio llamado de San
Pedro de Fora, para distinguirlo de San Pedro de Antealtares que esta dentro de
la ciudad, qu en el siglo XV fué incorporado al de San Martín y empezó a
decaer. En 1839, estando ya en ruinas, fué derruido y sus piedras sirvieron
para enlosar la Quintana y la calzada de la Puerta Fajera a la Alameda. La
iglesia actual no tiene valor artístico.
(6)Actual parroquia de San Miguel dos Agros, de las antiguas de
la ciudad y reedificado por Don Diego Gelmírez; pero renovada a principios del
siglo XIX. Conserva una capilla ojival del siglo XV.
(7)El monasterio benedictino de San Martín Pinario, nombre que
tomó del lugar de su emplazamiento, cuyo origen se remonta al siglo IX y que
llegó a ser muy poderoso. Su iglesia fué primero la Corticela, pero luego tuvo
otra dedicada al santo obispo de Tours, que cedió su puesto a otra más amplia y
hermosa, consagrada por Gelmírez en 1105. El edificio actual del monasterio
dedicado a Seminario Conciliar, forma con la iglesia un conjunto impresionante
y datan de fines del siglo XVI y del XVII. La iglesia es la segunda en la ciudad
por sus grandes proporciones y riquísima decoración.
(8)La capilla de la Trinidad estaba como queda dicho, en la
esquina de las calles Carretas y de las Huertas. Esta llevó antes, según
parece, dicho nombre, que ahora lleva la calle que continúa la primera a partir
de la iglesia de la Angustia de Abajo, hoy parroquial de San Fructuoso, situada
en la otra esquina de las Huertas. La capilla fué derruída hace uns veinte años
y en el solar se levantó una casa. Se llamaba también de los Peregrinos. Quizá
fuera edificada en el terreno cedido por Gelmírez en 1128.
(9)Hoy parroquia de Santa Susana, situada en lo alto del cerro
o castro ceñido por el paseo de la Herradura. La construyó Gelmírez con el
título del Santo Sepulcro (1105) y depositó en ella el cuerpo de las santa, que
había traído de Braga. De la fábrica románica conserva sólo el pórtico, ya que
fué reedificada en los siglos XVII y XVIII.
(10)Actualmente parroquia de San Félix de Solovio. Es la más
antigua de la ciudad, puesto que existía ya antes del descubrimiento del
sepulcro del Apóstol. Fué destruída por Almanzor y reconstruída enteramente por
Gelmírez, con las de San Miguel, San Benito y monasterio de Antealtares, a
principios del siglo XII. EN el XVIII fué restaurada, conservando su bella
portada románica y una cruz sobre un cordero y una Adoración de los Reyes del
mismo estilo.
(11)Parroquia hoy de San Benito del Campo, también de las
antiguas y reedificada por Gelmírez, y nuevamente en estilo neoclásico a
principios del siglo XIX. Conserva otro grupo románico de la Adoración de los
Reyes.
(12)Hoy también del monasterio de San Pelayo o San Payo, de
religiosas benedictinas. El Monasterio fué fundado en los orígenes de
Compostela por Alfonso II el Casto (813) para monjes benedictinos bajo el abad
Ildefredo y dedicado al apóstol San Pedro, de donde su antiguo nombre de San
Pedro de Antealtares: pero en el siglo XII cambió su advocación por la del niño
mártir de Tuy. Otros ilustres abades fueron San Pedro de Mezonzo, después
obispo, y San Fagildo, cuyo bello sepulcro (1084) está en el coro. Este
construyó la primera iglesia del monasterio, pues antes celebraban los monjes
sus oficios en la Catedral, cuando el obispo D. Diego Peláez emprendió las
obras de la basílica que a continuación describe el texto, una pequeña iglesia
que fué reconstruida totalmente por Gelmírez, como ya se ha dico. El monasterio
y la iglesia actuales son de los siglos XVII y XVIII y forman una mole
imponente, no careciendo la iglesia de grandiosidad y belleza. Guarda este
monasterio el primitivo altar del Apóstol, de la Catedral, y guardaba en él
tres bellísimas columnas románicas de mármol con apóstoles esculpidos, que han
pasado a los museos.
(13)Hoy capilla de Santa María de la Corticela, que existía ya a
mediados del siglo IX como iglesia del moansterio de benedictinos de su nombre
y después de los de San Martín Pinario, como hemos dicho antes. Comunica con la
Catedral por el arco de la desparecida capilla de San Nicolás, un tránsito con
escalinata y una bellísima portada románica con la Adoración de los Reyes. y
otra portada románica más sencilla da hacia la Quintana; pero según López
Ferreiro, la antigua comunicación con la Catedral era por una puerta abierta en
la capilla del Espíritu Santo. La Corticela ha venido siendo la parroquia de
los extranjeros, forasteros (principalmente vascongados) y militares.
(14)Las dimensiones que da E.Carré Aldao son: 94m "desde el
pie, en la fachada del Obradoiro, al centro del ábside de la capilla de San
Salvador, cabecera de la iglesia", o sea de Oeste a Este; 63 m.
"desde la fachada de la Azabachería a la de las Platerías", o sea de
Norte a Sur, y 24 m. de altura "de pavimento hasta la clave de los arcos
torales de las naves mayores" y 32 m. "hasta la cúpula". López
Ferreiro da "desde el fondo del Pórtico de la Gloria hasta el muro en que
se apoya el altar del Salvador, 97 m., y desde la puerta del Norte hasta la del
Sur, 65 m." y "hasta unos 22 m.", de elevación "hasta la
parte más alta de la bóveda".
(15)La capilla de San Salvador era la maor de las primitivas y
está en la cabecera de la cruz formada por la planta de la basílica, al medio
de la girola. Se la llama también del Rey de Francia por haberla dotado con una
renta Luis XI siendo aún Delfín (1447). En ella asistió a una misa el 25 de
agosto, día de San Luis, Rey de Francia, el Año Santo de 1943, una
representación francesa presidida por el embajador en Madrid M. Piétri, quien a
continuación presentó al Apóstol la ofrenda de un copón en nombre del mariscal
Pétain, Jefe del Estado Mayor Francés. La girola o deambulatorio es llamada en
el texto latino laurea "corona de laurel", porque ciñe como una
corona el santuario.
(16)Este dato de la anchura de las naves grandes parece estar
equivocado, pues según los datos anteriores de longitud, anchura y altura,la
alzada de un hombre viene a ser de 1 m. con 70 cms. - lo mismo que dan los 8
palmos a unos 21 cms. -, y las 11,5 alzadas unos 19,50 m. Y según López
Ferreiro el ancho de las tres naves -de la mayor con sus laterales- es de 19,64
m. y el de la mayor solamente 9,74 en el trascoro, o sea contra el Pórtico de
la Gloria, detrás del coro recientemente suprimido, y de 9,65 en el crucero.
Resulta, pues, que las once alzadas y media (11,5) o 19,50 m. vienen a ser la
anchura de cada nave grande con sus dos laterales menores.
(17)Aquí el aquilón es sin duda el oeste y no el norte como
siempre. El sentido de la voz ciborius es aquí también problemático.
Propiamente significa "dosel, baldaquino" y por extensión
"bóveda"; pero aquí se aplica a las entradas en forma de pasaje
abovedado o porche.
(18)Al ábside se le llama aquí y más veces corona ecclesie, como
antes laurea a la girola.- El triforio o galerías altas es llamado palacium
ecclesie.
(19)Se traduce por arco fajón la palabra cingula "cinturón,
cincha", cuyo sentido tampoco es claro aquí. Mlle. Vielliard traduce por
"arcs doubleaux", otros autores por arcos simplemente. M.E. Lambert
presume un error gráfico de cingule por singule y traduce por columnas
aisladas, lo cual correspondería ae las ocho columnas de la girola (octo
singulares/columpne); pero observa con razón que no se repite aquí la palabra
columpne, sino solamente pilares.
(20)Las capillas del ábside o abisdiolos eran propiamente cinco
y sumaban quince ventanas que con las cinco de la bóveda del altar del Apóstol
y las 43 del triforio dan el total de 63. Pero López Ferreiro entiende que
habría 63 en la parte baja: "36 en el cuerpo de la iglesia y tres en cada
una de las nueve capillas abisdiales", que con las cinco de la bóveda y
las 43 de la galería o triforio ascienden a un total de 111.
(21)Acerca de las siete puertas menores dice López Ferreiro:
"La primera, que se llamaba de Santa María (sin duda porque ella se salía
a la iglesia de Santa María de la Corticela), estaba abierta en el entrepaño
por donde hoy se pasa a la capilla del Espíritu Santo. La segunda, llamada de
la Vía Sacra, estaba en el deambulatorio, a la izquierda de la capilla del
Salvador, y fué sustituida por la que hoy da paso a la capilla de Nuestra
Señora la Blanca o de las Españas. La tercera, puerta de San Pelayo, porque por
ella se servían los monjes de Antealtares, correspondía a la actual Puerta Santa.
La cuarta, puerta de la Canónica, se abría en el último entrepaño que por la
parte del transepto cierra la capilla del Pilar. La quinta y la sexta se
llamaban de la Petraria o del taller de los picapedreros, quizá porque entonces
se estaba edificando por allí el claustro. La quinta corresponde hoy a la del
claustro actual y la sexta estaba abierta en el cuarto entrepaño del muro
lateral de la derecha de la nave del trascoro. La séptima, la de la Escuela,
era la que usaban los Prelados, y estaba abierta frente por frente de las
sexta". Se ha de notar, sin embargo, que la segunda de estas puertas no
coincidía con la de la capilla de dice López Ferreiro, sino que fué descubierta
por A.K. Porter en 1934, y abierta de nuevo, pues estaba murada y disimulada,
entre las capillas absidiales de San Juan Evangelista y de San Bartolomé (antes
de Santa Fe); ni tampoco la tercera es la actual Puerta Santa, que data del
siglo XVI, sino que estaba en el entrepaño en que hoy se abre la capilla de
Mondragón y hacía juego con la segunda. El entrepaño donde se hallaba la cuarta
puerta es el primero de la izquiera saliendo por la de la Quintana o del Reloj,
el cual separaba las antiguas capillas de San Juan Bautista y de San Martín.
Esta puerta daba hacia la Canónica o residencia de los canónigos, cuyo nombre
conserva galleguizado la calle de la Conga. Finalmente ha de entenderse que las
puertas sexta y séptima se abrñian en los muros de las naves laterales de la
principal, donde estuvo el coro hasta hace unos años. Se ven aún los arcos de
las dos y en la última una puerta como de una alacena.
(22)Se entiende la frase septem quadris apta en el sentido de
que la columna en su parte inferior y más gruesa tenía siete caras cuadradas o
rectangulares, o sea como traduce Mlle. Vielliard, "qui s'élargit à la
base et comporte sept panneaux carrés", aclarando que era de "planta
heptagonal".
(23)Sobre el Tesorero Bernardo, gran colaborador de Gelmírez,
Canciller de Alfonso VII, autor del Tumbo A y tal vez hijo de Bernardo el
Viejo, que dice: "arquitecto, escultor, pintor. mecánico, gran calígrafo y
experimentado diplomático". Existen más noticias de la construcción de
esta fuente que fué destruída en el siglo XV y se levantó otra en la parte
opuesta, frente a la fachada de las Platerías que es la actual de los Caballos.
(24)Se traduce la voz paradisus por su derivada
"paraíso", significativa y aceptada ya por otros, aunque antes y
después se traduce por atrio o plaza de la iglesia.
(25)Sobre las conchas y algunos de sus nombres ver Libro I
Capítulo XVII, y para su virtud curativa el milagro ver el Libro II, capítulo
XII. El texto latino las llama crusille piscium y Mlle. Vielliard observa que
crusille son "crucecitas" y, no viéndose lo que serían
"crucecitas de pescados", da por omitida la palabra conche
"coquilles" o "conchas". Pero no hay tal omisión puesto que
ya en los dos pasajes antes citados se emplea varias veces la palabra crusilla
por "concha" y en el primero se dice que así las llamaban los franceses.
Su adopción como emblema se atribuye al milagro de un caballero sacado a flote
del mar por el Apóstol que salió cubierto de conchas. La gran importancia que
alcanzó la venta de estas insignias, fué reglamentada por la mitra y protegidoa
contra la competencia exterior por bulas pontificias y hacia 1200 estaba
encomendada a cien tiendas, 28 de la iglesia y 72 de los concheros. Hoy
conserva el nombre de los "Concheiros" la salida de la carretera de
Lugo entre la Rúa de San Pedro y el barrio de San Lázaro, por donde llega el
"camino francés".
(26)Esta puerta del Norte o Francigena es naturalmente, la de la
Azabachería. La portada aquí descrita fué sustituida por la fachada actual en
la segunda mitad del siglo XVIII. Algunas de las figuras o grupos descritos a
continuación se conservan incrustados en la fachada de las Platerías.
(27)Los meses estaban representados por los signos del Zodíaco y
de ellos queda el Sagitario que representaba noviembre, incrustado sobre las
arquivoltas de la izquierda de dicha portada de las Platerías.
(28)Esta es la de las Platerías, única portada que hoy queda de
las primitivas, si bien sus escenas y figuras difieren bastante de las que aquí
se describen, debido a adiciones, supresiones u otros cambios, o simplemente a
defecto de observación del autor. Una gran parte de la mejor labor escutórica
de esta portada se tiene por obra del llamado Maestro de las Platerías, a quien
se quiere identificar con un Esteban, maestro de las obras de la Catedral, que
en 1101 pasó a planear y dirigir la de Pamplona. Junto a él se señalan varios
maestros. En las jambas de la puerta derecha, principalmente en la izquierda,
figura la famosa inscripción de lectura tan debatida en relación con el
comienzo de las obras de la basílica.
(29)De las once columnas se entiende que hay tres a la derecha
de la puerte de la derecha, tres a la izquierda de la puerta de la izquierda y
cinco en el pilar central, correspondiendo dos ca cada puerta y siendo común la
del medio. Esta y las dos que con ella corresponden son de mármol y están
esculpidas con figuras de apóstoles, etc.; las cuatro que siguen son de granito
y lisas. Aquí y más abajo los ciborios, conforme a lo indicado anteriormente,
vienen a ser los espacios cubiertos por los arcos con sus arquivoltas, puesto
que entre ellos está la undécima columna y en las enjutas de los arcos están
los cuatro angeles abajo mencionados.
(30)La portada descrita aquí brevemente fué ya sustituida en el
último tercio del siglo XII por el Pórtico de la Gloria, reformado a su vez a
mediados del XVIII al construirse la fachada actual del Obradoiro.
(31)Las vites del texto latino eran las escaleras de caracol que
bajaban a la cripta o catedral vieja, según López Ferreiro, que localiza estas
dos torres "en los ángulos que forman los muros del crucero con los del
cuerpo de la iglesia", donde quedan vestigios.
(32)El texto dice teolis et plumbo con una forma teola derivada
de tegula "teja". López Ferreiro cree que con dicha voz "no se
quiso significar las tejas hechas de ladrillo, sino baldosas de pizarra
asentadas a manera de las tejas".
(33)Los nueve altares enumerados correspondían a los nueve
absidiolos. El de San Nicolás estaba donde se abre ahora el tránsito que lleva
a la Corticela. Este santo -obispo de Mira (Asia Menor) en el siglo IV y gran
traumaturgo- sería elegido como patrón que era de viajeros y peregrinos, pues
su sepulcro era centro de frecuente peregrinación en Bari. (No se sabe por qué
ni desde cuando San Nicolás de Bari era patrono de la Universidad compostelana,
que sigue celebrando su fiesta el 6 de diciembre con una misa). El altar de la
Santa Cruz, donde se veneraría una lignum crucis, regalada por Calixto II,
desapareció con su capilla al edificarse en su lugar y ensanchada la de la
Concepción o de la Prima, en el siglo XVI. El de Santa Fe, que recordaría la
devoción a esta santa mártir y su santuario de Conques, pasó, también a
principios del siglo XVI, a ser dedicado a San Bartolomé con su capilla que
conserva su antigua forma. La capilla de San Juan Evangelista y hoy de Santa
Susana, conserva también parte de su fábrica románica, pero igualmente a
comienzos del siglo XVI fué ampliado su fondo. "Estaba encuadrada por la
de sus dos apóstoles más destacados, San Juan Evangelista y San Pedro". En
ella figuran las inscripciones citadas más adelante acerca de la fecha de la
fundación de la Catedral. La capilla de San Pedro es otra de las que conservan
la estructura primitiva y desde fines del siglo XVI tomó el nombre de Doña
Mencía de Andrade, que la dotó, y hoy es más conocida por el de Nuestra Señora
de la Azucena o también del Magistral, que la tiene a su cargo. Las de San Andrés
y San Martín (ésta llanada ya de San Fructuoso desde que en el siglo XII fué
depositado en ella el cuerpo de este santo), desaparecieron, respectivamente
del ábside y transepto, al edificarse la grande y suntuosa de la Virgen del
Pilar o de Monroy a principios del XVIII. También entonces se abrió en el lugar
que ocupaba la de San Juan Bautista la Puerta Real o de la Quintana.
(34)Este altar se hallaba en el intercolumnio que cierra el
ábside por la parte de atrás, dando frente al altar de San Salvador.
(35)Estos tres altares de la galería se encontraban en el
reverso de la fachada occidental; que era costumbre consagrar en las iglesias
carolingias uno o más altares o los ángles y en particular a San Miguel, al
occidente, y que de los tres de la izquierda estaba al lado de la capilla
arzobispal, porque el palacio estaba entonces -como ahora y precisamente la
capilla- junto a la torre norte de dicha fachada occidental.
(36)El texto latino dice arca marmorea reconditum, in obtimo
arcuato sepulcro como los diplomas y otros textos arca marmorica o arcis
marmoricis.
(37)El altar pequeño había sido uno provisional de los
díscipulos del Apóstol y de él proceden un trozo de columna de granito y dos
tableros de mármol blanco, cuadrangular el uno y circular el otro, que
aparecieron en las excavaciones de 1878 entre los escombros del espacio entre
los sepulcros de los díscipulos y que se guardan en la cripta actual. Tal altar
sería luego sustituído por otro mayor que pasó a su vez a la iglesia de San
Pelayo de Antealtares, cuando en 1105 erigió Gelmírez en su lugar el altar
grande del que aquí se trata.
(38)Como Don Diego Gelmírez fué elegido obispo en 1100 y
consagrado en 1101, resulta la fecha de 1105 dada. Según él los 75 marcos de
plata eran arroba y media (unos 17 kilos), y el frontal debió ser fundido a
fines del siglo XVIII, al hacerse el que hay.
(39)Alfonso VI (1109) y Don Raimundo de Borgoña, conde de
Galicia (1107)
(40)Se supone que el balanus/-i del texto latino debe ser el
mirobálano, que aparece en el Diccionario de la Lengua Española de la Real
Academia, 17ª edición, como procedente del griego "bellota de aroma"
y nombre de un árbol de la India, de la familia de las combretáceas, del cual
hay varias especies, cuyos frutos ... se usan en medicina y tintorería. De
ellos se obtenía, al parecer, un aceite perfumado.
(41)Cardenales eran llamados los siete canónigos que pertenecían
a la categoría de presbíteros en el Cabildo de Santiago, superior a la de los
diáconos que comprendía a todos los demás. Les incumbía celebrar la misa
conventual y oficiar en todas las funciones religiosas del Cabildo. Fueron
creados en tiempo de Gelmírez por el pontifice Pascual II y dichas categorías
se mantuvieron hasta el Concordato de 1851. El privilegio de celebrar la misa
en el altar o en el sepulcro del Apóstol, que se les otorgó cono los obispos,
arzobispos y el papa, fué extendido por el rescripto de Pío IX, del 4-II-1855,
a todos los canónigos. Hoy el Cabildo puede autorizar también a otros
sacerdotes.
(42)De estos maestros, que a juzgar por sus nombres el segundo
sería francés probablemente y acaso el primero. Se plantea luego la cuestión de
si este Don Bernardo el Viejo (domnus Bernardus senex), podría ser el mismo Don
Bernardo el Tesorero, autor de la famosa fuente de Santiago, y se da en favor
de la identificación el hecho de que éste tuvo a su cargo la dirección de las
obras en tiempo de Gelmírez, según la Historia Compostelana, aunque también
apunta la dificultad que la edad ofrecería.
(43)De los tres personajes de la comisión administrativa, dos
eran gallegos y el primero sería extranjero. La lectura Vicario por Wicarto,
que sugiere como posible y que daría un titulo más de Segeredo, aparte de la
dificultad de la w, es rechazado por el P.David, fundado en que no se conocía
entonces la dignidad de vicario y sí en cambio la de prior y abad del Cabildo,
que tenían respectivamente Don Segeredo y Don Gundesindo. Para él Wicarto es en
francés Guichard. Se traduce domno canonice, referido al primero de aquellos,
por "prior de la Canónica". Murió, según parece, antes de 1111 y el
segundo en 1112.
(44)El rey era Alfonso VI y el obispo Don Diego Peláez: elevado
a la sede por Sancho II en 1070, tras haber desposeído a sus hermanos Alfonso y
García de sus reinos de León y Galicia, fué luego tratado por Alfonso como
enemigo y sospechoso de traición y tenido preso hasta que hubo de renunciar a
ella en el concilio de Husillos (1088), y fué depuesto por el papa Urbano II y
confirmada su deposición por Pascual II en 1099. La Historia Compostelana
reconoce su nobleza y generosidad, pero le considera demasiado mundano y
mezclado en los negocios exteriores.
(45)La fecha dada aquí -era MCMXVI-, que corresponde al año
1078, es la misma que generalmente se lee en la inscripción de las jambas de la
puerta derecha de las Platerías y que da la Historia Compostelana, constando
también el día en ambos lugares -V idus julii- (11 de julio).
(46)Mérida, la antigua Emerita Augusta, capital de la provincia
romana de Lusitania, y sede episcopal desde los primeros tiempos del
cristianismo y metropolitana luego, con magníficos testimonios de su antigua
grandeza en las ruinas del teatro, anfiteatro, circo, acueductos, y en el largo
puente sobre el Guadiana. Gelmírez consiguió de Calixto II la transferencia de
la dignidad metropolitana de Mérida a Santiago por bula del 27 de febrero de
1120, publicada en Compostela el 25 de julio del mismo año. Después de reconquistada
Mérida en 1228 por Alfonso IX de León, la donó a Santiago con todos sus
términos en 1230.
Capítulo X
Por lo que a los
enfermos se refiere, han de ser atendidos allí caritativamente hasta su muerte
o total restablecimiento. Pues de esta forma se hace en San Leonardo (3).
Cuantos pobres llegan allí en peregrinación, reciben comida. Además, siguiendo
la tradición, se han de entregar a los leprosos de la ciudad, las ofrendas que
cada domingo se hagan en el altar, desde el amanecer hasta la hora de tercia. Y
si algún prelado de la basílica cometiese fraude en esto, o invirtiese de otro
modo las limosnas que han de darse como hemos dicho antes, que su pecado se
interponga entre Dios y él.
(1)Este número de 72 canónigos conforme a los díscipulos del
Señor, según San Lucas, 10, 1, fué fijado por Gelmírez en 1102, según la
Historia Compostelana, que da los nombres de todos los de entonces y otros
detalles. La regla de San Isidoro dice que estas palabras deben referirse al
texto del oficio divino y distribución de las horas canónicas, ya que el santo
Doctor compuso una regla monacal, pero no canocial en lo tocante al método de
vida.
(2)Se refiere sin duda al Hospital del Apóstol.
(3)San Leonardo de Limoges.
Capítulo XI
Además tiene esta iglesia, según es tradición, la serie y
denominación de los 72 discípulos de Cristo, 72 canónigos (1) que observan la
regla de San Isidoro, doctor de la iglesia española san Isidoro.
Entre ellos se
reparten las ofrendas del altar de Santiago por semanas sucesivas. Se dan al
primero las de la primera semana, al segundo las de la segunda, al tercero las
de la tercera y así sucesivamente se reparten hasta el último. Cada domingo,
según dicen, se hacen tres partes de las ofrendas, la primera de las cuales la
recibe el canónigo a quien corresponde. Los otros dos tercios restantes se
vuelven a dividir en tres partes, una para sustento de los canónigos, otra a la
obra de la basílica y la tercera al arzobispo de la iglesia. Pero las ofrendas
de la semana que va del domingo de Ramos a Pascua, debes entregarse de acuerdo
con la costumbre a los peregrinos pobres del hospital de Santiago (2). Es más,
si se quiere cumplir con la justicia de Dios, en cualquier época del año hay
que entregar la décima parte de las ofrendas del altar de Santiago a los pobres
que lleguen al hospital. Pues todos los peregrinos pobres, la noche del día que
llegan al altar de Santiago, deben recibir en el hospital, por amor de Dios y
del Apóstol, hospitalidad completa.
Todo el mundo debe recibir con caridad y respeto a los
peregrinos, tanto pobres, como ricos, que vuelven o se dirigen al solar de
Santiago, pues quienquiera que los reciba y hospede con esmero, tendrá como
huésped, no solo a Santiago, sino también al Señor, según las palabras del
Evangelio: "El que os reciba a vosotros, me recibe a mi". Hubo antaño
muchos que incurrieron en la ira de Dios, porque no quisieron recibir a los
necesitados y a los peregrinos de Santiago. En Nantua (1), que es una villa
entre Ginebra y Lyon, a un tejedor se le cayó súbitamente el paño, rasgado por
medio, por haber rehusado dar pan a un peregrino de Santiago que se lo pedía.
En Vilanova, un
peregrino de Santiago, necesitado, pidió limosna por amor de Dios y de
Santiago, a una mujer que teniendo el pan todavía entre las brasas calientes,
le dijo que no tenía pan. El peregrino le dijo: "¡Ojalá se convierta en
piedras el pan que tienes!" Y cuando el peregrino aquél salió de la casa y
estuvo lejos, se acercó la mala mujer a las brasas con intención de recoger su
pan, y en su lugar encontró un piedra redonda. Arrepentida de corazón, se fue
tras el peregrino, pero no lo encontró.
En la ciudad de
Poitiers, dos nobles galos que volvían cierta vez de Santiago sin recursos,
pidieron posada por amor de Dios y de Santiago, desde la casa de Juan Gautier
hasta San Porcario (2), y no la encontraron. Al fin se hospedaron en la última
casa de aquella calle, en casa de un pobre, junto a la iglesia de San Porcario,
y hete aquí, pues, que, por castigo de Dios, un voraz incendio asoló toda la
calle en aquella noche comenzando por la casa en que primero había pedido
posada hasta aquella en la que se hospedaron. Y eran unas mil casas. Pero la
casa en las que se hospedaron los siervos de Dios, por la gracia de divina
quedó intacta. Por lo que se debe saber, que los peregrinos de Santiago, pobres
o ricos, tienen derecho a la hospitalidad y a una acogida respetuosa.
(1)Nantua, cabeza de distrito en el departamento del Ain, donde
existió una abadía desde el siglo VIII, que en el XI dependía de Cluny.
(2)San Porcario, abad del monasterio de Lerins y mártir. La
actual iglesia de Saint-Porchaire en Poitiers es una reconstrucción del siglo
XVI, aunque se conserva el campanario del XI y una portada.
(3)La edición latina dice QUARTUS como el Códice, pero
fácilmente se descubre que antes era QUINTUS y que por IN pusieron AR.
(4)El colofón recuerda la enumeración de países que se hace
en el prólogo del Libro II.
No hay comentarios:
Publicar un comentario